Trece es un buen número

Trece es un buen número
Dúo On Exhale (Rusia). © Bertrand Guay

El XIII Festival Internacional del Circ, Elefant d’Or, celebrado este febrero de 2025 bajo la magnífica y enorme carpa instalada en el parque de la Devesa, en Girona, ha vuelto a ser un éxito.

Con una muy buena entrada y muchas ganas de ver buen circo, la gala final, celebrada el lunes 24 de enero, fue un no parar de números excelentes.

La intención de Genís Matabosch, director y presentador del Festival, de ofrecer un espectáculo ágil, sin pérdidas de tiempo ni saludos interminables, se cumplió sobradamente. A diferencia de lo que acostumbra a suceder en los espectáculos de circo tradicional, la mayoría de números que se presentaron en Girona estaban muy comprimidos -me pareció que incluso un poco recortados- para perder el mínimo tiempo con florituras e ir directamente al grano, a la demostración de las habilidades circenses.

Esta compresión, además de la notable progresión en dificultad y espectacularidad de los números a lo largo de la gala, que alcanzó su cénit en la segunda mitad de la segunda parte, permitió que el espectáculo se desarrollase de un modo muy ágil y que, incluso, cuando cerca de la medianoche Genís Matabosch anunció el último número de la gala se levantará entre el público un espontáneo ooohhh de pena. “¿Ya está?¿Ya se acaba?” Sí, la gala se nos hizo corta, que es lo mejor que le puede pasar a un acontecimiento de este tipo.

En la gala final del XIII Festival Internacional del Circ, aunque hubo una presencia de números muy variados, se presentaron un gran número de actos aéreos de cintas que, si bien podía parecer una presencia un poco excesiva y descompensada, permitía mostrar a los espectadores como una misma disciplina circense podía ejecutarse con estilos diferentes.

Nijol Taranenko (Ucrania). © Bertrand Guay

El primer número de cintas lo presentó Nijol Taranenko, una artista ucraniana de once años, refugiada con su familia en Platja d’Aro (Girona), huyendo de la guerra que asola su país. Vestida de escolar presentó un número que sorprendía por su velocidad, complejidad y perfección, sobre todo teniendo en cuenta la edad de la ejecutante.

Duo Desire (Jilliana Sophia Bazhenova, norteamericana, y Denis Bazhenova, ruso) presentaron el segundo número de cintas con un tono sexy (ella vestía un mínimo atuendo rojo y unas ligas que recordaban un conjunto de ropa interior) en el que aparte de hacer equilibrios y ejercicios de fuerza notables, hicieron alguna suelta espectacular.

El tercer número de cintas lo protagonizaron Anna Stelmakh (Ucrania) y Evgenii Slepukhin (Rusia), integrantes del Duo Daylight, que integraban ejercicios de fuerza dental y de fuerza capilar a los ejercicios de equilibrio con gran elegancia.

Finalmente, el dúo ruso On Exhale, formado por Ekaterina Guliaeva y Sergei Fedorenko, llevaron la disciplina de las cintas aéreas a su máxima expresión y dificultad. Fue el único número de la gala que me hizo sufrir en el sentido que temía que en algún momento la velocidad y complejidad de los movimientos, agarres y sueltas de la pareja de equilibristas pudiera provocar algún fallo que acabase con alguno de los artistas sufriendo una caída.

Un número de gran elegancia y creatividad, muy apreciado por los aficionados circenses: al final, todo el jurado se levantó a aplaudir como impulsado por un resorte. On Exhale ganó merecidamente uno de los dos Elefants d’Or que se entregaron al finalizar la gala.

Suining Acrobatic Troupe (China)

El otro Elefant d’Or lo ganó la Suining Acrobatic Troupe. Tres jovencísimas y menudas artistas chinas subidas encima de una plataforma circular presentaron un número que mezclaba verticales, equilibrios con tazas y contorsión. Un número imposible.

Si en algún momento la expresión “más difícil todavía” se hizo realidad en el XIII Festival de Girona fue durante su actuación. Lo que hacían las tres chicas de diecisiete años (Ji, Keginsha, la portadora), catorce (Hai, Laierluo, acróbata) y doce (A, Niujiajia, acróbata), con una seguridad y dificultad impresionante, de otro mundo, y como enlazaban un equilibro con otro, huía de toda lógica anatómica.

Aguantándose en equilibrio de manos sobre los pies o las manos de Ji, que estaba tendida en el suelo, las acróbatas iban flexionándose de un modo sorprendente, a veces en equilibrio de una sola mano,  mientras mantenían unas tazas en equilibrio sobre la cabeza. Y durante sus equilibrios, la portadora iba girando en el suelo y pasando de estar boca abajo a estar tendida sobre la espalda o levantándose, todo ello de una manera casi incomprensible. El jurado y con él todo el público nos levantamos, enfervorizados, cuando terminó su número.

Los que no consiguieron ningún premio de los muchos que se entregaron al final de la gala fueron los cinco acróbatas japoneses de Haribow que presentaron un desenfadado y dinámico número de saltos a la cuerda, casi callejero y muy efectivo pero de una calidad y dificultad limitada.

En cambio, el cuarteto acrobático ruso Uniqum, ganadores de un Elefant de plata, hizo levantar al público con su ejercicio sobrio de equilibrios y saltos en el que el ágil llegó a ejecutar un triple salto mortal lanzado al aire y recogido por sus compañeros. Y un mortal planchado con doble pirueta seguido de un doble mortal. Extraordinarios.

La gala la inició un trío de barra del Kazajastán, el Trio Zholdasovy, que presentó un correcto número de barra rusa con una estética un poco de otra época, un poco anticuada.

Haribow (Japón). © Bertrand Guay

El humor estuvo a cargo de los payasos rusos Entry Clowns Team y del chileno Cachipuchi. Al ser, todos ellos, especialistas en reprises cómicas y solo poder presentar una sola entrada durante el espectáculo, las dos jugando con espectadores a los que hicieron salir a la pista, su actuación quedó un poco deslucida, falta de personalidad.

Los rusos Anvar y Nikolai, jugando con la gestualidad, quedaron un poco planos y Cachipuchi, un payaso con una personalidad potente, que jugaba mucho con los movimientos de cabeza, no acabó de cuajar.

Chris Aguirre, un malabarista chileno, dinámico y cercano, presentó un número de malabares con bolos, pelotas de fútbol y lanzamiento de sombreros, efectivo y espectacular aunque con un excesivo número de fallos.

Philippe & Marie-Lee, canadienses, nos enamoraron con sus equilibrios sobre monociclo de gran dificultad y con su simpatía y sentido del humor. Ganaron con todo merecimiento un Elefante de plata.

Cangzhou Acrobatic Troupe exhibió sus habilidades acrobáticas junto con ejercicios icarios y el equilibrio de largos mástiles con estandartes. Un número espectacular y particularmente bello que combinaba la velocidad acrobática con el movimiento basculante y casi a cámara lenta de los estandartes.

En esta treceava edición del Festival la intervención de la orquesta no fue tan presente como en otras ocasiones, seguramente porque muchos de los números utilizaban música grabada, incluso una sorprendente Bella Ciao, la melancólica canción revolucionaria, en una versión marchosa y cañera. El juego de luces fue espectacular y efectivo como siempre. 

El XIII Festival Internacional Elefant d’Or finalizó con la consabida entrega de premios y agradecimientos y con la sonrisa y satisfacción de los artistas y personal del Festival, de su director, Genís Matabosch, y de los centenares de espectadores que ocupamos las gradas de la carpa del Festival.

Sí, trece ha sido un buen número.

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