Agua para elefantes

Ambientada en la época de la Gran Depresión e inspirada en los grandes clásicos made in Hollywood, la película Agua para elefantes supone una nueva contribución al cine de ambientación circense, aunque no pasará a la historia como una aportación excepcional. Se trata más bien de un filme para el mero entretenimiento que promete mucho más de lo que realmente ofrece. El circo se percibe como una excusa argumental tan válida como cualquier otra, sin que se intuya un auténtico amor hacia él por parte de sus creadores.
La película arranca con el poco original recurso del flashback de un anciano imbuido de nostalgia, antiguo integrante de la troupe de los hermanos Benzini en unos tiempos más proclives al hambre que a la fortuna propiciada por la taquilla. Aparece reflejado un circo que se desplaza en tren de ciudad en ciudad, con su cargamento de animales, técnicos y artistas, y la perenne amenaza de ser arrojados a las vías en cuanto el voluble patrón decide prescindir de ellos. Pero nadie se atreve a apearse por su propia voluntad, porque, como declara uno de los personajes centrales, todos sienten que no serían nada lejos de la pista.
La cuidada estética del filme, a veces deslumbrante como en las escenas del montaje de la gran carpa o del paisaje nocturno recortado por la figura del tren en marcha, se convierte en un mero adorno ante la anemia argumental. La belleza formal actúa como un hueco cascarón bajo el cual late un previsible triángulo amoroso formado por el deleznable propietario del circo (encarnado por Christoph Waltz, que acaba convirtiéndose en el personaje más interesante), su bella esposa (Reese Witherspoon, estrella entre la numerosa familia de artistas) y el joven cuasi veterinario sobrevenido en domador (Robert Pattinson, que se cuela en sus vidas de manera fortuita y acaba volteándolas).
Agua para elefantes, dirigida por Francis Lawrence, adapta a la gran pantalla un best seller de Sara Gruen. El resultado es un filme colmado de tópicos por el que planean de forma simplista la violencia de género y el maltrato animal. Hay enanos, mujeres de gordura excepcional, chicas ligeras de ropa y, destacando entre todos ellos, una delicada amazona que consigue sus mayores éxitos a lomos de la elefanta Rosie. Algunos colectivos en defensa de los animales han pedido el boicot a la cinta por el trato que, según denuncian, recibió el paquidermo durante el rodaje. El equipo del filme, por supuesto, rechaza de plano estas acusaciones. Sin entrar en debates morales, lo cierto es que Agua para elefantes se queda lejos de la condición de gran cine y se reduce a la de pasatiempo para espectadores poco exigentes, especialmente para aquellos que disfrutan con el melodrama, aunque éste resulte intrascendente.
Un melodrama intranscendente
Por Belén Ginart