Luzia: el canto a la naturaleza de Cirque du Soleil

Luzia: el canto a la naturaleza de Cirque du Soleil

La esencia de México en el circo. Este es a  grandes rasgos el ADN de Luzia, el espectáculo que Cirque du Soleil presenta en el Districte Cultural de l’Hospitalet de Llobregat, donde tiene instalada hasta mediados de mayo una imponente carpa blanca que se ha levantado por primera vez en Europa después de la pandemia de la covid-19. La función del pasado jueves, pues, representó la resurrección de la multinacional. En la cúpula, vista desde fuera, volvió a ondear la bandera del circo, junto con la canadiense, la quebequesa y la de L’Hospitalet.

En los alrededores de la carpa, se tocaban rancheras en directo, se posaba en los photocalls, se repartía ‘michelada’ y se exhibía un extenso material de merchandaising sobre Luzia. Ya en el interior, la pista era una alfombra con flores, lucía un gran sol como telón de fondo y las butacas estaban acolchadas para la comodidad del público que abarrotaba la carpa.

La función empezó con muchos espectadores ya sin mascarilla y una voz en off que simulaba un comandante de un vuelo con destino a México dirigiéndose a los pasajeros. En la primera escena, el clown del espectáculo, Eric Koller, se lanzó al vacío con un paracaídas fallido pero gracias a un paraguas como el de Mary Poppins logró vencer la ley de la gravedad. En ese momento nos dimos cuenta de que la magia del Soleil había vuelto.

Luzia acaba siendo una suma de sensaciones que evocan México, pero sin caer en el tópico ni en el folclorismo

El espectáculo lleva la firma de Daniel Pinzi Pasca, el prestigioso director que ya colaboró en otros espectáculos de Cirque du Soleil y a quien recordamos también en Donka, que se presentó en el Teatre Nacional de Catalunya. 

Luzia acaba siendo una suma de sensaciones que evocan México, pero sin caer en el tópico ni en el folclorismo. La conexión de la creación humana con elementos de la naturaleza como el agua, las plantas y los animales es de lo más destacado del espectáculo, una comunión que queda muy bien reflejada en la canción Tiembla la Tierra. Esto se acompaña con la proeza técnica de una pista giratoria y acuática sobre la que caen cortinas de agua. Entre los artistas, destacó el excepcional número de contorsión de Aleksei Golobordko. Cirque du Soleil no ha vetado a los artistas rusos por la invasión de Ucrania (como sí han hecho muchas instituciones y empresas culturales) y la noche del jueves pudimos ver a este prodigio de la contorsión.

El primer número del espectáculo fue tremendo. Sobre unas cintas de correr (una versión gigante de los aparatos típicos de los gimnasios), una nutrida troupe de ocho acróbatas saltaba a través de varios aros superpuestos, la técnica que tan bien dominan los artistas chinos. De cabeza, de espaldas, de todas las formas posibles pasaban por el aro a un ritmo vertiginoso. El público, que tenía ganas de aplaudir y pasarlo bien, exclamaba grandes oooohh cuando se derrumbaba la torre de aros y aplaudía a rabiar las piruetas y saltos.

Sin embargo, algo ocurrió en esta primera parte porque, aunque se llegó a instalar el aparato para el número de verticales de Ugo Laffolay, el artista, que estaba anunciado en el programa, nunca apareció en la pista. Segun la compañía, un problema técnico impidió la presentación del número. 

Quien tampoco lució fue Abou Traoré, el exfutbolista francés que actuó durante una temporada en el Circo Raluy Legacy. Su número, realizado junto con Emmi Bjorn, resultó corto y se desvaneció en la pista a pesar de demostrar ser un virtuoso de la pelota. En cambio, en algunos momentos las entradas de Eric Koller se hicieron un poco largas, sobre todo la entrada del Payaso de Playa. La entrada de El Payaso de la Lluvia le funcionó mucho mejor. Consiguió que las 2.000 personas del público estuvieran pendientes de su juego con los chorros de agua que caían de la cúpula y en el silencio expectante se pudo oír a varios niños gritar ¡per darrera! ¡per darrera! (“¡por atrás!”, en catalán), advirtiéndole de por dónde caía el agua.

Entre los artistas, destacó el excepcional número de contorsión de Aleksei Golobordko

La lluvia y sus efectos sobre los artistas y la pista acuática es uno de los grandes atractivos del espectáculo. Fue asombroso ver cómo sobre una cortina de agua se proyectaban dibujos de animales y plantas que se desvanecían al caer las gotas de agua.

Los dos números que mejor combinaron el agua y el circo fueron la rueda Cyr y los trapecios, en la primera parte, y las cintas aéreas de Jérome Sordillon, en la segunda.  Uno de los momentos más poéticos fue cuando Sordillon acarició tiernamente a un precioso jaguar articulado, un gesto emocionante de comunión entre humanos y animales que llegó al corazón del público.

También se pudo ver un número colectivo con varios mástiles chinos y a Krzysztof Holowenko encima de un columpio. Después de varias oscilaciones, dio un par de vueltas de 360 grados. El malabarista francés Cyril Pytlak, por su parte, no ofreció demasiadas figuras, pero su rapidez con las mazas, la sincronización con la tuba, su energía y el «más difícil todavía» -empieza con tres mazas y acaba con 7- funcionó muy bien con el público.

La última actuación fue un correcto número de doble columpio ruso protagonizado por once acróbatas. Y el colofón del espectáculo fue la reunión de toda la troupe alrededor de una mesa, un bodegón escénico espectacular con unos 40 artistas en la pista.

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