«Y en el centro de la pista, ovación para Angel Cristo»

«Y en el centro de la pista, ovación para Angel Cristo»

1975 El Circo Ruso sobre Hielo triunfó en San Sebastián con su espectáculo «atractivo y soberbio»

El recientemente fallecido Angel Cristo tuvo algo de juguete roto, de hombre golpeado por los bandazos de la vida. Pero, por encima del último Angel Cristo perdido, del títere de los programas del corazón, uno prefiere recordar al estupendo domador y esforzado artífice de espectáculos circenses que también fue.

Su Circo Ruso llegó a ser capítulo aparte dentro del mundo de la carpa. En San Sebastián, en la ciudad en la que precisamente se incendiaría en 1986, abriendo la etapa decadente de Cristo, queremos recordarlo. Lo hacemos evocando la llegada a Amara, en mayo de 1975, de lo que en aquella temporada era el Circo Ruso sobre Hielo, que unía el patinaje a las disciplinas circenses.

La publicidad, lógicamente, definía como ‘lo nunca visto’ un espectáculo que se autodefinía como «la mayor concentración circense de todos los tiempos, en sus dos gigantescas pistas». A uno se le mezclan los recuerdos y no puede asegurar si fue aquella vez u otra cuando alucinó con el deslumbrante escenario giratorio del Circo Ruso, ni si fue entonces cuando una leona se quedó largo rato encaramada a la red y el sudoroso domador tuvo que dedicar mucho más tiempo y esfuerzo del razonable para reducirla.

El Circo Ruso sobre Hielo estuvo aquí con todo su esplendor en mayo de hace 35 años y, como recogía la publicidad, incluía, sobre su pista de hielo, a «los campeones olímpicos de patinaje artístico de la URSS; el capitán Chikosky, el misterioso hombre de las tres piernas; sesenta bellísimas patinadoras; el invencible Keng Fu, todo el misterio oriental hecho realidad…». (Sí, Keng con e, claro, y sí, realmente misterioso lo del capitán Chikosky). Y, en la pista de circo, «el león caballista, los trapecios volantes luminosos, elefantes indostánicos con sus lindas bayaderas, los payasos ganadores del Oscar Mundial del Circo…».

Fuera de la publicidad, una crítica publicada en DV el 29 de mayo de 1975 se deshacía en elogios hacia las dos pistas del Circo Ruso. «Los números se van intercalando de una a otra, ofreciendo desde el principio al final -tres horas de duración- una soberbia lección de cómo un espectáculo que más o menos es conocido, puede resultar atractivo, soberbio y hasta nuevo».

Según escribían, «todo el perfecto montaje que se aprecia, ya que están cuidados los mínimos detalles, alcanza altas cotas por el lujoso vestuario que se exhibe, la prodigalidad de luces de muy diversos tonos y la conjunción de las mismas con los movimientos. Y estas apreciaciones abarcan tanto al espectáculo de la pista circense como al no menos brillante presentado en la pista de hielo, que ofrece las maravillas propias de una revista».

«El número de despedida, con todos los artistas en pista, da el broche de oro a este espectáculo sin igual. Y en el centro de la pista, Angel Cristo, director de todo ese mundo que ofrece a los espectadores, recoge una ovación de gala que supera, incluso, a la que escucha en sus destacadas actuaciones como domador». Es aquel Angel Cristo triunfante, congelado en aquel preciso momento en el centro de la pista, ante aquellos aplaudos donostiarras, al que recordamos.

Artículo publicado el 18.05.10 en el Diario Vasco
Autor: Mikel G. Gurpegui
Foto cedida por Fototeca Kutxa.

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