Manolo Alcántara: “Trabajo desde la intuición”

Manolo Alcántara: “Trabajo desde la intuición”

Manolo Alcántara mueve objetos de 40 kilos sin aparente esfuerzo, entra y sale de un armario onírico y tiene títeres como compañeros de viaje. Minimalista en las formas, se autodefine como un artesano del circo, que no explica sino que invoca ideas para que el espectador se marche pensativo a casa. Después de una lesión que le hizo replantear su carrera y en plena ola de cancelaciones por la pandemia, Alcántara está preparando su siguiente montaje: Maña. “Esta vez los objetos se mueven desde el ingenio y no la rudeza”. Más vale maña que fuerza, y Manolo, malabarista e hijo de albañil, de eso sabe un rato.

Eres un artista autodidacta, sin formación reglada en circo y con veinticinco años de trayectoria. ¿Cómo empieza todo?

Yo nunca estudié, hice la educación obligatoria y mi padre que era albañil me dijo: “¿No quieres estudiar? pues a trabajar”. Y empecé a trabajar en la construcción, en la restauración… hasta que un día me compré unos malabares en FiraTàrrega y empecé a practicar. Yo vivía en Esparraguera, no había escuelas de circo, ni nada por el estilo. Me compré un libro de malabares y empecé a practicar.

Y viste que se te daba bien.

Sí, aprendía muy rápido, me gustaba mucho así que decidí llamar a una asociación de malabaristas y me contestó Juanillo [Joan López] del Ateneu y de allí a hacer pasacalles, espectáculos. Dejé la construcción para volverme artista [ríe].

Eres autodidacta pero has tenido tus maestros.

Yo nunca he ido a una escuela de circo, pero tuve la suerte de aprender de los mejores y de formar parte de compañías donde me pude desarrollar. He trabajado con Xavier Erra, con Cristina Solé, con Toti Tornell, con el Circ Cric, Comediants…

Y en el año 2000 cofundas Circo Imperfecto y luego ya en solitario.

Con la compañía creaba mis espectáculos, a mí me interesa trabajar desde el estómago, desde la sensibilidad y yo sólo he seguido desarrollando mi mundo.

¿Cuál es el mundo, el ADN artístico de Manolo Alcántara?

Creo que uno es el riesgo o la tensión del riesgo. En Rudo, por ejemplo, compartía la tensión y el miedo con el público pero el riesgo lo asumía yo. Otra cosa es que a mí lo que me gusta es sugerir, no explicar… Me gusta que cada uno se marche con su historia. Yo no trabajo desde lo conceptual, trabajo desde la sensibilidad y la intuición y eso abre muchas opciones, muchas historias. Otra idea que repito es la de instalación o constelación de objetos. Todos los objetos, de los más pesados a los más ligeros, están por algo. Desde el bastón hasta el armario.

Hablemos ahora de tus montajes. Con Rudo ganas el Zirkólika, el Fetén, haces una gira que te lleva a salas de todo el país.

Rudo era un caramelito, que además del equilibrio contaba con un títere que ayudaba a distender. Era un espectáculo que te llevaba muy arriba, de mucha energía, mucho nervio. Después de hacerlo me di cuenta de que Rudo era mi padre. Un hombre que trabaja en la construcción, que acarrea peso, muy rudo, muy curtido, pero a la vez muy sensible.

Si Rudo es tu padre, ¿Déja Vu es tu madre?

Déja Vu es surrealista, soñadora, como mi madre.

‘Déja Vu’ se estrenó en el Grec con un aforo muy reducido. ¿Cuándo podremos volver a verlo?

No lo sé, la verdad. Acaban de cancelar el Trapezi, los bolos caen…

Ya.

Pero yo estoy bien, me lo tomo bien. Después de Déja Vu tuve una lesión y no sabía si podría trabajar, si me tenía que reinventar. He estado muchos meses parado y ahora que veo que el cuerpo funciona, que el brazo funciona pues estoy lleno de energía a pesar de la pandemia y las cancelaciones.

¿Eres un artista que trabaja más en España o fuera como la mayoría de los artistas de circo?

Yo trabajo más aquí, sobre todo porqué lo hago en sala. Nunca me han faltado bolos aquí. También te digo que tengo una vida muy sencilla. Yo me dedico a crear y hay personas profesionales que me llevan la distribución. ¿Podría trabajar más? supongo que sí, pero estoy bien.

Y ahora, después de ‘Deja Vu’, ¿hay algo entre manos?

[Ríe] Pues estoy con un nuevo proyecto, Maña. Todavía en creación, donde también juego con el equilibrio. Pero en este caso también hay un arco de cinco metros de cajas pero ya no las manejo con rudeza como en Rudo, sino con ingenio.

Con maña.

Si en Rudo construía el arco como me había enseñado mi padre, en Maña lo construyo como yo le enseñaría a mi hijo. Otra idea que tengo es la de trabajar la economía del esfuerzo, que está relacionado también con la economía del movimiento. Me explico: si una cosa la puedo hacer en un movimiento no lo haré en veinte o si una cosa la puedo construir con poco esfuerzo no haré mucho.

Hablando de construir… otra parte importante de tu ADN artístico es la escenografía. En el caso de ‘Déja Vu’ el armario lo construiste tú.

Yo siempre estoy pensando en cómo será mi espacio escénico y a pesar que casi siempre trabajo con Xavier Erra, mis ideas siempre están ahí, es un trabajo conjunto. En el caso de Déja Vu, lo hice todo yo, con ayuda, eso siempre. Me interesa aquello artesanal del circo.

En los últimos tiempos el circo se está haciendo un hueco en las programaciones y las políticas culturales. ¿Qué opinas de los Planes de Impulso o del estatuto del artista?

En los últimos años la Associació de Professionals de Catalunya (APCC) y La Central el Circ están haciendo mucho trabajo para que el circo se reconozca, pero en mi caso, al vivir fuera de Barcelona, no estoy muy activo en las asambleas y comisiones. Yo ensayo, creo… e intento transformar desde el escenario, desde la sensibilidad y la intuición.

El circo a pesar del boom de los últimos tiempos todavía tiende mucho a hacerlo todo uno mismo. ¿Os cuesta delegar a los artistas?

Creo que el circo está evolucionando muy rápido en los últimos tiempos y todavía pervive esa cosa de hacerlo todo. En mi caso, intento que mi trabajo sea en la sala de ensayo y en el escenario y delegar aquellas cosas que no tienen que ver con el hecho artístico. Yo soy muy exigente conmigo mismo y siempre quiero hacerlo lo mejor posible. Me pongo el listón muy alto.

¿Y a dónde te lleva esta autoexigencia?

Pues por ejemplo, yo creo que mis espectáculos son mejores en sala, por esto hago sala. Yo me siento como un saltador de pértiga.

¡Cuéntame esto!

Un saltador de pértiga no quiere tocar la barra pero al final, siempre, siempre la acaba tocando.

Uno hace lo que puede.

Yo intento hacer y dar lo mejor de mí, que todo tenga un sentido, una coherencia, que sea el mejor espectáculo que pueda hacer.

¿Cómo es tu circo?

Es un circo artesanal, donde uso mucho teatro de objetos, de títeres y donde cada espectador puede montarse su historia, yo no narro, propongo ideas, muevo cosas, sugiero… cada uno verá qué lectura hace.

¿Cómo será todo a partir de ahora?

No lo sé, yo estoy bien porque a pesar de que caigan bolos estoy en un proceso de creación. Tengo 50 años y estoy en la mitad de mi vida. Llevo 25 años actuando y creando, no sé qué pasará, no sé si pronto dejaré de actuar y me dedicaré a crear y dirigir. De momento, estoy bien después de pasar un momento muy duro con la lesión. Cuando hago creación no tengo una idea y las cosas van saliendo desde la intuición, el estómago, no sé a dónde me llevará Maña pero en cada montaje dejo algo de mí.

¿Has actuado delante de gente con mascarilla?

Yo hago sala y no veo las caras de la gente, aunque sabes que ahora van cubiertos. Actué en la Mercè y allí sí vi gente con mascarillas pero estoy tan concentrado en el espectáculo que no veo ni a los conocidos. No sé qué pasará, es un tiempo complicado.

(Artículo publicado en el número 66 de la revista Zirkólika)

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