La Escuela El Rinclowncito cambia de sede: lo mejor está por venir

La Escuela El Rinclowncito cambia de sede: lo mejor está por venir

Por Laia Zieger. La primera escuela de Barcelona dedicada a la formación continuada para payasos, fundada y dirigida desde hace siete años por Merche Ochoa (Premio Nacional de Circo 2014), acaba de estrenar un nuevo espacio en el barrio de La Sagrera de la capital catalana. Allí, cursos y actividades se imparten tanto para iniciarse en el arte del clown como para formar a profesionales de este oficio. Una puerta abierta, pues, para payasos y aprendices.

“Parece que fue ayer cuando cruzaba por primera vez la puerta de El Rinclowncito. Desde entonces, han pasado casi siete años. Años llenos de clases, proyectos e ilusiones. De ver crecer a un montón de buenos/as payasos/as, de ver cómo se hacía realidad un sueño: la creación de un espacio estable para la formación y la investigación del clown”. Estas palabras son de Merche Ochoa, Premio Nacional de Circo 2014 y fundadora y coordinadora pedagógica de esta escuela, la primera de la ciudad de Barcelona dedicada a la formación continuada para payasos. “Nuestro objetivo ha sido y sigue siendo trabajar para hacer crecer y dignificar esta profesión”, explica Ochoa.

Para Merche, los últimos meses han sido ricos en balances, algo de nostalgia, muchos recuerdos y, sobre todo, ilusión, motivación y orgullo. Porque El Rinclowncito, este proyecto nacido en el año 2011, abrió las alas y se mudó, el pasado mes de septiembre, desde el barrio de Gràcia al de La Sagrera. Allí han estrenado un local renovado a medida y con espacios más amplios para adecuarse a las necesidades de su extenso programa de formación, que se inició el pasado mes de octubre. “Ha sido un cambio estructural que nos permite crecer y estar más cómodos, pero no de calidad humana, que se mantiene intacta”, puntualiza.

Cursos regulares

En total, a lo largo del año, ofrece seis cursos regulares y muchas otras actividades a modo de complementos de formación impartidos por profesionales de cada materia o por la misma Ochoa, una artista muy reconocida en este ámbito tras más de 25 años de carrera a sus espaldas. Lo que caracteriza a El Rinclowncito es que las clases están exclusivamente dirigidas a adultos (“porque los niños no lo necesitan, son payasos por naturaleza y somos los mayores los que necesitamos salir de nuestra zona de confort para volver a serlo”, explica la alma mater de la escuela) y no solo son una simple iniciación, sino que sobre todo ofrecen la posibilidad de adentrarse en las particularidades del oficio a través de un largo recorrido para quienes quieren dedicarse profesionalmente al arte del clown. Por eso, en esta escuela privada hay tres niveles de estudio de un año de duración cada uno (clown para todos, continuación y profundización), además de cursos de improvisación, talleres de creación, ITV (una especie de dirección teatral), un rincón de lectura teatral y otro de cine, monográficos de disciplinas complementarias (de bufón, magia…). Sin embargo, la joya de la casa es un laboratorio de investigación en torno a la figura histórica del carablanca que pretende estudiar, hacer memoria y recuperar esta figura en la actualidad. Con todo ello, el objetivo de esta escuela es dotar a los clowns de herramientas para manejarse en diversos campos laborales y, también, en diferentes escenarios. Desde marcos empresariales hasta hospitales, cabarés, circos, calles…

La mecenas Fanny Batlle

El cambio de espacio de la escuela, motivado por la presión del dueño del inmueble de Gràcia, ha sido posible gracias a la intervención de una mecenas o hada madrina, según como se vea: Fanny Batlle (Barcelona, 1964). Psiquiatra de oficio y estudiante de payaso de Merche Ochoa desde hace años, explica: “Un día Merche comentó que si tuviera dinero arreglaría el Rinclowncito. Yo tenía algo ahorrado y le propuse hacer una inversión, como si pagara todas mis mensualidades de golpe como en el DIR. Estuvimos buscando y apareció el local de La Sagrera, un barrio con un potencial artístico impresionante. Creo que a los artistas hay que apoyarles porque ellos nos dan felicidad. Animo a la gente a invertir en cultura y arte porque es una riqueza que ayuda no solo al que invierte sino que es enriquecedor para más personas”.

Como muchos de los estudiantes de la escuela —la gran mayoría se dedican a otros oficios que nada tienen que ver con el clown—, al escuchar hablar a Batlle descubrimos una auténtica devoción por su aprendizaje y experiencia en El Rinclowncito. ¿Qué es lo que le ha conquistado de esta escuela? “Trabajo cada día con mucho dolor, y venir aquí es para mí un regalo, un espacio donde reír, experimentar la libertad y crear. Una de las cosas que más me gustan es que cuando entro en El Rinclowncito desaparecen todos los roles cotidianos: una deja de ser madre, hija, mujer, adjunta… y solo eres tú. Nos juntamos una serie de gente que lo único que queremos hacer es aprender a ser payaso y nos da igual quién es el otro, de qué trabaja, si tiene hijos… Esta sensación de libertad, sin vergüenza, que tenemos permitido equivocarnos… ¡es un auténtico placer! El payaso nos humaniza, porque nos hace aceptarnos tal como somos y nos hace sentir bien”, declara Batlle.

Según Batlle, hacer el payaso es algo que se puede aprender, siempre y cuando lo lleves dentro. “Tiene que gustarte y debes tener una cierta predisposición, pero yo estoy aprendiendo muchísimo con una pedagoga excepcional, Merche Ochoa, que imparte una formación para que termines siendo un payaso de calidad. Una de las múltiples capacidades de Merche es ser una buena maestra, no todo el mundo sabe enseñar. Por eso, aún estoy más contenta de poder contribuir al desarrollo de este proyecto”, explica la alumna. Ahora que El Rinclowncito ya está bien instalado, lo que le queda es seguir estudiando. Porque eso de hacer reír, no cabe duda, es un trabajo serio.

“En la escuela no hay un perfil tipo de estudiante, sino muchos. Desde quienes quieren descubrir de qué va este arte, por simple curiosidad, hasta quienes viven de ello o compaginan este oficio con otro”, aclara la directora de la escuela. “Lo que sí está claro es que estamos en un momento en el que todos necesitamos reír, y que muchos son los que vienen a El Rinclowncito por puro bienestar”. Seguramente ello, y una buena y merecida dosis de recomendaciones boca-oreja, haya motivado que el número de estudiantes haya ido creciendo de forma sostenida en los últimos años, hasta contar con unos 60 alumnos este año. En cuanto a la nueva etapa de la escuela, Ochoa explica: “Este es un sueño sobre patas, que ha ido creciendo poco a poco. Lo considero mi oficio y mi privilegio. La aportación de Fanny ha sido un regalazo que nos da la tranquilidad y la seguridad de poder crecer creando y teniendo un espacio físico perfecto para compartir. De ello nacerán más proyectos. Yo tan solo puedo decir: ¡Qué suerte tengo, caramba!”, proclama. Y añade: “Lo mejor está por venir”.

Para más información:

El Rinclowncito

Carrer de Monlau, 47, Barcelona

Tel. 636 724 989

rinclowncito@gmail.com 

 

 

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