El Circo Romanès es un circo intimista, lleno de pequeños detalles

El Circo Romanès es un circo intimista, lleno de pequeños detalles

Para un circo pequeño instalarse en París en el período navideño no es nada sencillo, puesto que la competencia es grande: Phenix, Cirque d’Hiver, Pinder, Alexis Gruss, Arlette Gruss,… Empresas que cuentan con grandes instalaciones, buenos programas y una envidiable gestión comercial, por lo que haciendo un fácil símil podría decir que el Cirque Romanès es un pez pequeño que no tiene miedo a que ningún otro de mayor tamaño pueda comérselo. Y es que con una pequeña carpa con una cabida de 340 espectadores consiguen tener una complicidad con el espectador difícil de igualar.

Alexandre Romanès es un director de circo atípico. Primero porque dirige un circo que es único en el mundo por la originalidad de sus planteamientos y también porque no conozco a ningún otro director circense que se dedique a escribir libros de poemas. En su libro “Sur l’épaule de l’ange” plantea una reflexión que resume su manera de entender la vida, que por supuesto está directamente relacionado con los espectáculos circenses que dirige: “He dividido el mundo en dos: en un lado está todo aquello poético, del otro todo aquello que no lo es. Lo que es poético existe para mis ojos, lo que no es poético, no lo miro.” Y es que el patriarca de esta extensa familia formada junto a su esposa Dèlia puede sentirse orgulloso de mantener viva la tradición circense gitana.

El Romanès es un circo intimista, lleno de pequeños detalles. Las entradas vendidas tras una sencilla mesa en el interior de la misma carpa. La recaudación de la función guardada en una caja bajo una de las sillas en las cuales las mujeres del clan observan el espectáculo, alguna de ellas con un niño en brazos. La natural luz de las velas compañera de los pocos focos de luz artificial. Una pequeña pista adornada con dos floreadas alfombra unidas con cinta elástica. La hoja en la cual están escrito los números del programa lanzada al suelo para que Alexandre pueda controlar el orden de entrada de los artistas. La música en directo con la voz de Dèlia animando la fiesta. Vestuario sencillo y nada deslumbrante. Los números aéreos a poca altura siendo así más visibles y cercanos. El joven bailador que sale a la pista dispuesto a animar cuando surge algún imprevisto. Un ritmo endiablado que sólo se calma en contados momentos. No hay payasos ni animales, pero hay malabares, alambre, mástil chino, telas, contorsionismo, trapecio… El artista buscando la complicidad visual con los pocos privilegiados que contemplan la función. Nada es superficial y no hay relleno, todo fluye de manera natural, huyendo de todo convencionalismo, aplicando una fórmula exitosa: Habilidades + Música + Poesía + Alegría = Cirque Romanès.

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