El viento y el circo, una mala combinación

El viento y el circo, una mala combinación

Francisco Martín Medrano– El reciente accidente del Berlín Cirkus, que fue completamente devastado por el viento, pone de relieve una vez más los peligros de las tormentas para la vida de las carpas. Repasamos en este artículo algunos de los accidentes más importantes que han ocurrido y cómo pueden responder los profesionales a unas inclemencias meteorológicas que muchas veces amenazan con la ruina.

Hace unas décadas, el barco Juan J. Sister, tuvo que esperar varias horas antes de entrar en el puerto de las Palmas por el peligro que suponían las maniobras de atraque dado el fuerte temporal. En sus bodegas viajaba un circo. Su director, Eduardo Cardenal, nos relató que en aquella ocasión hubo un desenlace feliz. Sin embargo, continuó diciéndonos que no siempre ocurre así y nos trajo a la memoria una de las tragedias míticas del mayor espectáculo del mundo: la ocurrida a primeros de septiembre de 1948 en el Circo Razzore. Embarcado en el buque Euzquera tras zarpar del puerto de El Mariel rumbo a Cartagena de Indias (Colombia), el circo fue absorbido por un ciclón. Únicamente sobrevivieron seis de los sesenta y siete ocupantes, uno de ellos Vargas, el domador español de chimpancés.

Las campanillas de Eduardo Cardenal

Con emoción continúa el equilibrista, quien vivió el temporal que asoló el Funchal en las navidades de 1970 mientras trabajaba en el Circo Royal (Nueva York), que fue derribado además de los otros dos materiales que también estaban instalados en la capital del Madeira, el Americano y el Mexicano. Como empresario adoptó la costumbre de tener unas campanillas en la parte exterior de la caravana para advertirlo. “Si el aire corre a ras del suelo y no sube, se pueden empezar a quitar las bambalinas, telas de giro, o ruedo, empezando por el lado opuesto de donde sopla. Una vez que las bambalinas no ofrecen resistencia, el paraguas puede aguantar si está bien tensado. En algunos casos, cuando las ráfagas sacan los clavos, amarramos a los camiones de gran tonelaje; y he visto cómo al soplar los desplaza sobre el suelo”. Otros dos accidentes que presenció fueron el derribo del Circo Kron en Vigo, dos años después, y el del Circo Atlas en Laredo en 1974. De este último accidente, recuerda Chelo Tonetti, mujer del carablanca, cómo el presentador Pepe Juárez recibió el impacto en la cabeza de una percha, que bailaba bajo la lona a merced del viento.

Como un barco a la deriva

Muchas han sido las desgracias provocadas por este imprevisible agente atmosférico. En agosto de 1949, el Circo Americano estaba instalado junto a las barracas de los feriantes. Su director, Arturo Castilla, escribió en su libro La otra cara del circo que, al desatarse repentinamente una galerna en medio de una función, crujían las maderas como un barco a la deriva; y que lamentablemente tres jóvenes del público fueron arrollados al desatarse el pánico. Entonces, el ayuntamiento permitió al circo continuar las representaciones a pleno sol en la plaza de toros.

El 8 de febrero de 1975, el Circo de París realizaba un ensayo al mediodía en Orillamar (Vigo) cuando fue derribado. En la misma década, al Bruxelas Circus sobre hielo de Hernán Cortés le ocurrió algo similar en Tenerife. Años después en julio de 1987, el Circo Tokio, el material a dos palos de 26 metros comprado por la familia Sacristán hacía tres meses a los hermanos Rico, cayó fruto de una galerna en Gorliz. El 26 de diciembre de 1999, el frente de vientos huracanados Lothar, con velocidades superiores a los 180 km por hora, barrió el norte de Francia y causó cuantiosos daños en la docena de circos instalados en París. Uno de los que fue destruido fue el circo de Alain M. Pacherie, hoy director del Cirque Phénix.

El 28 de diciembre del 2009, el Circo Coliseo vivió una noche de pesadilla: los fuertes vientos registrados en la playa de Samil en Vigo obligaron a desmontar en cuestión de minutos la carpa, y a cambiar de lugar algunas de las caravanas. El resultado fue la cancelación de la función del día siguiente, algún pequeño desperfecto en la cubierta de la pista y un motor roto.

Graziella Galán realizaba la cuerda y el cuadrante en un material de Carlos Monteiro en 1986, antes de que el viento arrasara la isla Terceira y derribase la carpa. “En aquella ocasión no vimos el accidente porque ocurrió por la noche y dormíamos en un hotel. Sí, me ha ocurrido otras veces tener que sujetar las caravanas con cuerdas y fijarlas con piquetas. El circo tradicional está acostumbrado a estar en guardia y participar en las labores de protección de la carpa en estas circunstancias, pues se tiene pavor a quedarse sin nada. Los viejos artistas tienen mucho respeto al viento. En varias empresas he visto cómo la climatología ha retrasado el momento de levantar la carpa; pues hay un momento muy delicado del montaje. Un detalle es que para ofrecer más resistencia, el ruedo, lona tras los espectadores, se coloca con los puntales en zigzag, uno por delante y otro por detrás para ofrecer más resistencia”.

Las torretas, más seguras

El director del Circo Italiano, Pelé Rossi, afirma: “El agua es un agente que da problemas, lo mismo que el viento. Si están juntos, peor. Tienes que tener claro cómo vas a hacer el montaje. Primero las torretas con los anclajes bien tensados, cuanto más lejos de la carpa, mejor.  Hoy para que el público tenga mejor visibilidad se tiende a poner arcos exteriores, pero no ofrecen tanta seguridad como las torretas y las tradicionales perchas interiores.

Una vez elevada la cúpula, con la lona de la corona (sábanas de 10 metros por 20 metros, velas gigantes) sí hay un momento clave: cuando las vas desplegando con mucho viento, parece que manejas un velero, se pasa muy mal hasta agarrarlas bien rápidamente con clavos en el suelo alrededor de los 64 metros de diámetro del circo, 66 en nuestro caso. Para bajarlo, lo delicado es el mismo momento, cuando sueltas las amarras de la lona y queda a merced del viento. Si no la pliegas rápidamente y la recoges puede salir volando. En caso de necesidad de bajar, hay que hacerlo aprovechando una cierta calma. Estas labores pueden durar 10 minutos con suerte, además de que no se bloquee ningún motor y no quede alguna anilla amarrada a la torreta. Si el aire consigue entrar en la carpa y va de abajo a arriba, termina reventando la carpa, que hace el efecto molino. En esos casos hay que mandar a todos fuera. He vivido tres accidentes de este tipo. En Vigo quedé atrapado debajo, pero no me ocurrió nada. Llegado el momento, intuyes que hay que mandar a todo el mundo fuera. Aprendes del miedo”.

(Artículo publicado en el número 60 de la revista ZIRKÓLIKA)

 

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