Graduados en acrobacias

Graduados en acrobacias

En tercero de carrera cerró para siempre los libros de Ingeniería de Telecomunicaciones, quitó la pila a la calculadora y decidió dedicarse a lo suyo. Lo suyo es el circo. La cuerda floja, los malabares, el violín, en números individuales o colectivos, en teatros o en carpas, en España y en el resto del mundo.

Alexander Weibel vive bien. Hace lo que más le gusta, le pagan sin cicaterías y disfruta del carácter nómada de su profesión. «Hay mucho dinero y me encanta conocer sitios nuevos», resume este madrileño de 27 años, graduado en circo por una universidad de Suecia, que dentro de unos días se marcha a una isla del país nórdico para trabajar en un espectáculo circense durante todo el verano.

Él es uno de los artistas que está cambiando la manera de hacer y entender el circo, aunque todavía queda mucho trapecio al que subirse. Así lo entienden los profesionales y el Instituto Nacional de Arte Dramático y de la Música (INAEM), que están preparando un plan general para esta disciplina que seguramente se aprobará a finales de año. Sobre la mesa, asuntos cruciales y variados como la formación y la homologación de estudios en el mismo nivel que el teatro, la danza o la música; el fomento de una programa estable en municipios grandes y más pequeños; la comunicación de una imagen menos tópica de este arte practicado desde la antigüedad clásica.

El mito o estereotipo de la carreta y la troupe taciturna, dispuesta a maravillar y hacer reír a niños y mayores, no casa con Weibel. A su edad ya puede presumir de haber creado un práctica especial con seis cuerdas flojas y números para distintas compañías. Entró en la Escuela Carampa de Madrid con 22 años. Le llevó a este centro, situado en la Casa de Campo, el veneno circense del que se empapó en unos cursos de aficionados de Las Rozas y una preparación física lograda en las artes marciales.

Para llegar a «un nivel alto» -dice el artista- sabía que tenía que salir fuera. Y así lo hizo. Primero a la Escuela Nacional de Circo de Moscú y luego a la DOCH, la universidad de danza y nuevo circo de Estocolmo, en la que se graduó el año pasado. Gracias esa formación tiene muchas puertas abiertas y dos premios importantes: uno del festival de París y otro del certamen de Albacete, una de las grandes citas europeas.

El 80% logra empleo

Carampa es una de las dos mejores escuelas de circo de España. La otra es la Rogelio Rivel, de Barcelona. Ofrecen dos años de educación con un itinerario equiparable a la formación profesional. Entre las asignaturas se encuentran las que cualquiera puede imaginarse, como acrobacia de suelo y de cuerda, trampolín y malabares. Pero además hay otras no menos importantes para la adecuada educación del artista circense como danza, movimiento y voz, biomecánica, espacio escénico, iluminación y hasta informática. El precio es de 3.800 euros por curso en Carampa y entre 2.600 y 2.400 en la Rogelio Rivel, cuyo presupuesto está subvencionado en un 40% por la Administración catalana.

El director de Carampa, Donald B. Lehn, es un neoyorquino que llegó a Madrid en los años 80 y que habla un español perfecto, con ligero deje anglófono. En una de las universidades de su ciudad estudiaba literatura y hacía sus pinitos como artista de calle con números de mimo y de malabarista. Al comenzar un verano le contrataron como payaso. Y le pagaron. No se lo podía creer. «Ni se me había pasado por la cabeza. Cuando lo digerí, pensé que había que ponerse serio para poder vivir de ello».

Lehn se queja de que el proceso de Bolonia les haya dejado fuera del marco universitario, al contrario que a las escuelas de Francia, Holanda, Bélgica o Alemania, entre otros países europeos, en los que el circo está considerado una de las artes escénicas como el teatro o la danza. «Aquí los alumnos, que suelen tener entre 17 y 22 años, vienen a darlo todo. Algunos hasta viven durante el curso en furgonetas porque no les da el dinero para otra cosa».

Pero también tienen su recompensa. Algo más del 80% de los 150 alumnos que han pasado por Carampa tienen trabajo, en grandes o en pequeñas compañías, como formadores y como creadores de números, porque al contrario que el ballet o la música el circo carece de un repertorio canónico.

El nivel de integración laboral de los alumnos de la barcelonesa Rogelio Rivel -nombre que homenajea al acróbata y hermano del célebre payaso Charlie Rivel- es casi idéntico. Cada año se presentan unos 50 candidatos de los que eligen 22, «por su potencial físico y por su actitud, más que por la técnica», destaca Anna Mestres, coordinadora de la escuela. En cuanto a las salidas profesionales, incide Mestres, «prefieren crear en pequeños grupos a integrarse en grandes estructuras, en las que sólo hacen lo que les dicen que tienen que hacer».

Sólo en Cataluña existe un plan general e informes sobre esta actividad artística, que apuntan a que las compañías suelen tener una nula estructura empresarial y hasta cuatro integrantes, que por lo general facturan como autónomos.

Igual que para graduarse, para trabajar en grandes compañías también hay que irse fuera. Las figuras más señaladas del circo español, como el malabarista Picasso Junior o los hermanos Álvarez, funambulistas, están en la nómina de compañías alemanas, británicas o estadounidenses, según la temporada.

Weibel ha trabajado en Francia, Grecia y Rusia, además de Suecia, aunque también realiza espectáculos individuales y en pequeños. Como otros campos profesionales, el circo necesita flexibilidad e innovación. «El ‘más difícil todavía’, asumir mayores riesgos físicos, ya no es suficiente. Ahora se trata de partir del circo de toda la vida para llegar a otras sensaciones a través de todo lo que tenemos al alcance: las distintas músicas, la animación, los nuevos medios», explica.

Endogamias

Dentro de las tendencias innovadoras se encuentra Rafael Pla, director del Circo Gran Fele de Valencia. «Mi padre fundó la compañía en 1956. Hacía espectáculos para niños y yo lo enfoqué hacia los nuevos tiempos en 1993. Entonces no existía la formación, y trajimos a profesores de la escuela de Cuba para que perfeccionaran a algunos de nuestros artistas. Antes éramos gente loca y dicharachera. Lo seguimos siendo, pero ahora dedicarse a esto es también una opción laboral, de vida y de futuro, una salida para muchos gimnastas y atletas».

Premio Nacional de Circo en 2008, gracias a unos espectáculos basados en contar historias, Pla subraya la marginación que sufre este arte. «Cuando se celebró la exposición de Shanghai hubo representaciones de todas las artes escénicas menos de la nuestra, y en la inauguración de los teatros circo de Orihuela y Albacete se programó… un concierto de música. Cuando una compañía de circo gira por España tiene que pagar por poner la carpa, por el agua, la electricidad y la publicidad. En otras disciplinas no ocurre eso», denuncia.

Según datos del INAEM, en 2010 se concedieron 49 ayudas a espectáculos circenses por un valor de 730.000 euros. Una cifra muy corta en comparación a las otras artes escénicas. «Nosotros también tenemos parte de culpa. Nuestro mundo es muy individualista, muy enconado, muy endogámico. Además, estamos en continua itinerancia y no es fácil comunicarse. Cuando yo empecé no había móviles, y estábamos metidos en nuestro mundo. La incultura ha marginado al circo, pero nosotros también nos hemos desentendido y hemos ido a nuestro aire», remata Pla.

Pero no todo son desventajas. En la Escuela Carampa también enseñan a viajar. «Para un ingeniero, irse a un Erasmus es una experiencia. Para un artista de circo, saber moverse por el extranjero e integrarse supone una habilidad que deben saber manejar. Afortunadamente, tenemos que seguir siendo románticos», celebra Donald B. Lehn.

La polémica con los animales y su ausencia en las escuelas

En los recorridos académicos de las escuelas de circo figuran casi todas las artes circenses. Sin embargo, la doma de animales es una de las que no aparecen. Desde hace algunos años, el debate sobre si los espectáculos de circo deben ofrecer números con animales está muy vivo, curiosamente en países con una gran tradición circense como Gran Bretaña, Holanda, Francia y Alemania. Sus detractores se quejan del sufrimiento de los animales enjaulados y, en su opinión, mal cuidados.

Ricardo Beléndez es uno de los grandes especialistas que hay en España. Director del Festival Internacional de Circo de Albacete, acude a las reuniones para elaborar el plan general que prepara el INAEM, y opina que animales sí, pero bajo ciertas condiciones. «Habría que empezar a distinguir entre las fieras como los leones y otros animales como los caballos. Y entonces podríamos discutir sobre si un león puede estar en un zoo pero no en un circo, aunque las condiciones sean similares».

A Beléndez le sorprende que la contestación sea igual o mayor en el caso del circo que en el de los toros, y sostiene que si hay garantías sanitarias y de calidad de vida los animales pueden formar parte de la escuela. «Ahora, no es lo mismo un perro que un cocodrilo», concluye.

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