La versión europea del Ringling

La versión europea del Ringling

En una palabra: decepcionante. Si alguien espera ver aquel ambiente que se percibe en la película de Cecil B. DeMille, mejor que vaya cambiando de expectativas. De hecho, tampoco está a la altura de los shows Azul y Rojo que recorren los Estados Unidos y hasta me atrevería a decir que tiene menos nivel que algunos circos del estado. O sea, que está muy lejos de ser “el mayor espectáculo del mundo” de antaño.

Como todo el mundo sabe, el Ringling hace años que no va en carpa, sino que va de estadio en estadio, lo que ya le quita parte de encanto. Además, en la entrada hay unos -pocos- manifestantes de Anima Naturalis que te recuerdan unos vídeos de la agrupación PETA en que se ve a un mozo dando golpes a un paquidermo para que se esté quieto antes de salir al escenario. Y viendo el papel que tienen los animales en el espectáculo –muy discreto- más valdría que se hubiesen quedado en la reserva que el Ringling tiene en Florida.

Todo empieza con la circus party en la que todo el mundo puede pasearse por la pista, subir a un trapecio, probar unos malabares, participar en un juego de magia, etc. Una buena idea que consigue acercar el público a los artistas. Pero al empezar el espectáculo todo esto se olvida: La música (en directo) a todo trapo, los números que entran y salen sin presentación, entradas de payasos basadas en los golpes y las caídas… poca comunicación –salvo excepciones- y mucho simulacro de riesgo.

El mejor personaje del espectáculo es el, digamos, showman Justin Case que además, es muy diestro con la bicicleta acrobática (hace el superman, el pino, va de espaldas, desmonta y monta la rueda en movimiento) y también pilota dos bicicletas minúsculas (a la altura del profesor Karoli). Tiene un buen personaje y conecta con el público.

Hay dos personajes más, tipo los Clowns Alley que tanto gustan en USA (sólo subrayar que allí suelen ser unos diez payasos y aquí eran dos), uno que da y otro que recibe los golpes sin ton ni son, ni mucha gracia, exceptuando una entrada en la que uno de ellos aguanta una barra vertical e intenta hacer que el otro suba. Está entrada, ejecutada con gran soltura, si que contó con la risa cómplice del público.

Los animales: Son tres elefantes dirigidos por un entrenador que no los toca en ningún momento. Hacen los movimientos habituales de manera elegante: subir a un taburetes, dar vueltas, tumbar-se, ayudar a subirse a un par de ayudantes puramente decorativas y gran final con los elefantes a dos patas aguantando a las ayudantes en el aire. Uno de ellos participa en la parada inicial y final -nada especialmente espectacular si lo comparamos con las grandes desfiladas que este circo hacía a mediados del siglo pasado o incluso las que continua haciendo hoy en día en las giras por USA. Los anuncios y los carteles prometían también un número de tigres de bengala inexistente así como saltos a gran altura que tampoco hubo. Lo que sí hubo fue un número de leones cortísimo en que unos leones muy bonitos, fuertes y bien alimentados hacían un par de saltos y uno de ellos iba de paquete en una moto. Un tanto aburrido. Presentaron otro número con animales, concretamente siete perritos pequeños muy simple y presentado al estilo clásico.

El mejor número del espectáculo fue el de cuerda vertical y cuerda volante, haciendo, en general, los números clásicos de dejarse caer y dar vueltas, pero presentado de manera muy elegante y sirviéndose adecuadamente de la espectacularidad, el riesgo y la sensualidad. Hasta aquí nada que no se pueda ver en cualquier cabaret o combinado de circo, pero el número empezó con un espectacular mortal hacia adelante en la cuerda vertical. Realmente impresionante!

También cabe destacar un número que combinaba los pases de malabares con la mesa acrobática. Entre tres malabaristas se iban pasando nueve masas de maneras bastante originales, tanto en fila como en triángulo y a eso le añadían alguna cascada. Muy a la americana, haciendo girar las mazas muy deprisa y cambiando rápidamente de posición.

La rueda de la muerte fue quizás la más floja que haya visto nunca. A parte de ser sólo con un acróbata, éste no hacía gran cosa. Precisamente en este sentido es en el que más me ha defraudado el espectáculo: Si el Ringling viene por primera vez a Europa debería traer un número mucho más potente de rueda de la muerte. Igualmente decepcionante fue el número de esfera de la muerte, sólo con tres motos y una chica dentro (y pensar que en el espectáculo Azul de hace dos o tres años yo vi hasta siete motos dentro de la esfera). En este sentido, de espectacularidad, me esperaba ver por lo menos un buen número de gran volante. Pero no, el pórtico que montan se dedica prácticamente solo a la iluminación.

Hubo también un par de números de magia de grandes aparatos –los habituales- que a mi me parecieron un poco fuera de contexto, presentados al estilo de las Vegas.

En el número final, de acrobacia de suelo, en el que unos jóvenes acróbatas daban saltos usando un trampolín, se pudieron ver todo tipo de dobles mortales hacia atrás muy bien ejecutados, pero una vez más, resultó decepcionante para un circo como el Ringling. La verdad, no vi que tuviesen mucho más nivel que el ejercicio con el que siempre acaba el fin de curso la Escuela Rogelio Rivel.

Sinceramente, creo que lo han planificado mal. No valía la pena traer un espectáculo inferior a los que hacen en Estados Unidos y, sobretodo, hubiese sido un acierto poner énfasis en la calidad técnica y no en una estética, no ya caduca, sino prácticamente molesta (en mi opinión, claro está).

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