Padre Silva, un gallego visionario

Padre Silva, un gallego visionario

Casi un año después de la muerte del Padre Silva, este artículo, escrito por Don Stacey, en el número 33 de la revista Zirkólika, nos ayuda a entender el fenómeno de El Circo de los Muchachos y su carácter pionero.

El Circo es una de las formas tradicionales de entretenimiento más vibrantes en el estado español, pero ningún circo ha sido tan fundamental como El Circo de Los Muchachos, el circo internacional de jóvenes creado por el remarcable Padre Jesús César Silva Méndez, que murió en Ourense el 2 de setiembre de 2011 a la edad de setenta y ocho años.

El Padre Silva no sólo creó el Circo de Los Muchachos, también creó la Ciudad de Los Muchachos en Benposta, en la provincia de Galicia, cerca de Ourense, y las giras de su circo colaboraron a enriquecer a esta ciudad única: consiguió llevar a cabo su sueño de una ciudad-estado autónoma para más de mil jóvenes, entre los cuales el mayor tenía veinte años y el más joven alrededor de cuatro años; una casa de acogida para niños desamparados.

Este hombre de pelo rizado, distinguible por sus gruesas gafas de pasta y pantalones de pana negra, jersey negro y una vieja chaqueta de piel negra, nació en Ourense, en un área pobre y campesina de Galicia el 25 de enero de 1933. Fue uno de los dos hijos y dos hijas de un arquitecto, de familia burgués. Jesús podría haber sido también arquitecto o artista, pero en cambio fue un sacerdote jesuita. Un año antes de ser ordenado sacerdote, en 1957, y habiendo encontrado su misión en la vida con los huérfanos y los niños desamparados de los barrios más pobres de Ourense, ya había rescatado a un grupo de quince chicos, acogiéndolos en casa de su madre.

La película americana Forja de Hombres (Boys Town), en la que Spencer Tracy representaba un papel similar, lo sedujo a la edad de veinticinco años hasta llevarlo a crear La Ciudad de los Muchachos. El proyecto no impresionó al obispo de Ourense, que retiró su estipendio mensual. La casa de su madre se convirtió en dormitorios, talleres, aulas e incluso un gimnasio, hasta que su hermano José Manuel, abogado, compró treinta hectáreas de tierra a las afueras de Ourense por 2.379.171 pesetas. La propiedad tomó el nombre de Benposta y cayó en manos del Padre Silva, quien obtuvo los derechos legales para legar el terreno al gobierno de su recién creada república-democrática. De entre los chicos se eligió a un alcalde y los jóvenes se implicaron en diversas tareas civiles. Los visitantes eran recibidos con un rótulo en que se leía “Bienvenidos a Benposta, nación de Los Muchachos, el gobierno y sus ciudadanos les desean una feliz estancia”.

La ciudad contaba con una fuerza policial, guardias de tráfico, oficiales de salud pública, coordinadores de las actividades cívicas, consejeros financieros y hasta guardianes de la moral pública. La ciudad incluso llegó a acuñar su propia moneda, una corona especial, de modo que los visitantes, fuera cual fuera su moneda (aunque ésta fuera la peseta), debían cambiarla previamente por la del nuevo “reino” para hacer sus compras.

El complejo de la ciudad estaba formado por edificios de cemento donde había los dormitorios, comedores y aulas, así como una panadería, una fábrica de cerámica, una estación de servicio, una tienda de recuerdos, un supermercado, una imprenta y una tienda artesanal de zapatos. Silva clamaba: “Yo no gestiono este lugar. Los chicos lo hacen a través de sus representantes, todos elegidos libremente”. El hecho más remarcable es que esta ciudad-república evolucionó bajo el régimen represor de Franco.

La mayor fuente de financiación, sin embargo, recaía en las manos del Padre Silva y él era el responsable de encontrar cientos de miles de pesetas para mantener su sueño adelante. Aunque en un principio se financió a través de donaciones de familiares y amigos. Se llegó a fundar una ciudad similar en un monasterio del siglo XVI en Celanova, a unos 30 km del lugar, por otros 300 chicos. La madre de Silva ofreció hipotecar su casa a cambio de un préstamo del banco para conseguir inaugurar un hotel de 35 habitaciones de primera clase, gestionado en su totalidad por los chicos.

Manuel Feijoo, tío-abuelo del Padre Silva, era un reconocido empresario del circo español, el cual junto con la Familia del Circo Castilla creó el célebre Circo Price madrileño y la gira del Circo Americano. De esta manera, Feijoo y Castilla estuvieron en la élite del circo español durante años y el Padre Silva fue el capellán de ese mundo circense, celebrando el baptismo de los niños del circo bajo la gran carpa.

El patrimonio circense

El Padre Silva aprovechó su patrimonio circense para crear en 1963 la Escuela Internacional de Circo en Benposta, y más tarde la creación de El Circo de los Muchachos permitió principalmente financiar las actividades de La Ciudad. Originalmente, el colectivo de artistas del circo, tutelado por un número de respetados instructores que habían sido formados por actores circenses, surgió de los mismos habitantes de Benposta, pero más tarde se unieron a él jóvenes de todas las partes de España, Francia, la Guinea española y Brasil, con la intención de aprender las técnicas y participar en el espectáculo.

Los Muchachos salieron a la carretera por primera vez en 1965 con cuarenta vehículos y una gran carpa, para desplegar su talento por todo el territorio español y portugués durante cuatro años, en pequeños pueblos, capitales de provincia e incluso en el maravilloso edificio del Feijoo-Castilla Circo Price en Madrid.

En 1970 El Circo de Los Muchachos llegó a Francia con un grupo de 100 artistas especializados en casi todas las formas concebibles del arte del circo: acróbatas, aéreos y payasos, con un programa que reunía a más de veinte disciplinas circenses. Esta gira fue patrocinada por Jean Roche, director del famoso circo francés Amar. Pero los acontecimientos se agriaron cuando el empresario francés canceló su contrato, asunto que acabó llegando a los tribunales y Los Muchachos quedaron anclados en Amiens por dos meses hasta que se encontraron nuevos patrocinios.

La navidad de 1970-1971, triunfaron en un impresionante espectáculo parisino durante diez días, en el prestigioso Grand Palais, una gran arena creada en 1900 para la Exposición Universal. El aforo completo terminó por prolongar las actuaciones durante dos semanas más. Fue allí donde vi el espectáculo, enviado por el propietario de la fantástica compañía Holiday on Ice Morris Chalfen, siempre interesado en atraer nuevos espectáculos de entretenimiento en América. Creí que el show sería un éxito en América, tanto por el mérito de las actuaciones como por la simpatía que despertaría en los espectadores el hecho de que los artistas eran chicos de un orfanato. De esta manera, recomendé exportarlo inmediatamente. Sin embargo, Chalfen, un experimentado empresario, decidió no hacerlo. Y cuando el espectáculo de Los Muchachos eventualmente alcanzó América para actuar en ciudades como Nueva York, Washington y Las Vegas, aunque fuese bajo el patrocinio del empresario Herbert Wasserman, la ABC Entertainment y la organización Shubert, acabó siendo un gran fracaso. Pero dejando de lado esta decepción, Los Muchachos gozaron de buen éxito en sus giras por Alemania, Italia, Suiza, Bélgica, Méjico, Colombia, Venezuela, Canadá y Japón, así como Australia.

Los artistas de Los Muchachos recibían cinco años de entrenamiento antes de poder aparecer en el espectáculo (con pocas excepciones, como un par de talentosos payasos de 12 años). Después, giraban por el mundo consiguiendo fondos para financiar su propia ciudad, según se dice por un salario de 250 pesetas mensuales, pero con los gastos de transporte, alojamiento, atrezo y utilería cubiertos por la compañía. Muchos de los chicos, tutelados por artistas profesionales, alcanzaron reconocimiento internacional del sector circense cuando crecieron y formaron parte de la industria profesional del circo. Los Muchachos presentaban una serie de giras con actuaciones disciplinadas y completas, revestidas de una alegría juvenil que llenaba de placer al público.

Pionero de las escuelas de circo

El Padre Silva ha de ser considerado una de las fuerzas pioneras en el movimiento de escuelas de circo europeas por su labor humanitaria al crear la Ciudad de los Muchachos en Benposta.

Miles de chicos pasaron por la ciudad con edades comprendidas entre los 4 y los 20 años con el fin de encontrar una nueva vida y esperanza en el mundo exterior. Su misión fue salvar a los niños abandonados, fugitivos, hambrientos y desamparados y construir una nueva vida para ellos. Dentro de la Ciudad o del Circo las distinciones sociales, económicas o raciales no eran permitidas. La religión era algo secundario y la asistencia diaria a misa no era obligatoria.

Él mantenía con seriedad “los niños son la única esperanza que tenemos para un mundo mejor. Así, debemos darles desde el principio los medios y la formación adecuada para que se conviertan en los líderes de ese mundo”.

Silva vivió una vida bastante modesta dentro de la comunidad de Benposta en su cabaña de ladrillo. Su scooter fue remplazada por un moderno Citroën station wagon blanco. Esta fue su única indulgencia, aunque fue por motivos prácticos: el Citroën podía llevar a muchos más chicos. Sobre el Circo de Los Muchachos una vez dijo: “Para mí el circo es la mejor plegaria que el hombre puede ofrecer a Dios”.

El Circo de los Muchachos es tratado en el meritorio libro Muchachos, de Alberto Muñiz Sánchez, publicado en Madrid en 1972. La miríada de las ilustraciones fue realizada por el Padre Jesús Silva Méndez.

Autor: Don Stacey. Redactor de la revista de circo inglesa King Pole.

Artículo publicado en el número 33 de la revista Zirkólika

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