Trabajando desde la periferia

Trabajando desde la periferia

Miguel Ángel Tidor: Fuera de los focos, de las giras, de los festivales, de los aplausos del público y de los grandes estrenos existen pequeñas escuelas de circo donde un creciente número de personas de todas las edades y condiciones desarrolla una actividad circense guiada por diferentes motivaciones. Cuando indagamos sobre ellas, nos encontramos con una gran diversidad de espacios que intentan atender una variada y creciente demanda formativa que llega desde diferentes ámbitos sociales. 

Por un lado, las escuelas de circo social buscan ofrecer formación en técnicas circenses a sectores desfavorecidos o en riesgo de exclusión social. Para la adquisición de estas técnicas, se requieren valores como la confianza en el grupo, el autocontrol, el esfuerzo, la constancia, la solidaridad, el contacto físico respetuoso o el trabajo en equipo, entre otros, que se convierten en las piezas clave para la consecución de gran parte de sus objetivos socioeducativos. En comparación con otras artes, como la danza o el teatro, el circo ofrece un elemento distintivo en su práctica que lo hace muy atractivo para ciertos perfiles y grupos sociales que buscan en el desafío un modo de superación. Este elemento no es otro que el riesgo controlado que, en muchas ocasiones, los ubica en situaciones de gran exigencia, tanto física como mental.
 
Además, la gran mayoría de estos proyectos, suelen estar directamente relacionados con el entorno donde se desarrollan; surgen adaptados a su realidad inmediata, a sus habitantes, a sus problemáticas e inquietudes y es, justamente en ese contexto sobre el que se interviene, el que, a nivel social, se pretende mejorar y transformar. Es decir, se pretende utilizar las actividades desarrolladas dentro de la formación circense como elemento dinamizador sobre su propio núcleo de población y como mecanismo de apertura a otros espacios alternativos. De esta manera, las poblaciones desfavorecidas, presumiblemente herméticas y perpetuadoras de roles, pueden generar interacciones bidireccionales más abiertas y basadas en el respeto, la tolerancia y la identificación de la diferencia como un valor.
 
Inclusión y transformación
 
Por otro lado, el circo también se encuentra en actividades esporádicas realizadas en centros penitenciarios y zonas de conflicto o marginalidad donde se ha demostrado que mejora la situación emocional y psicológica de estos colectivos. Entre grupos de mayores, de ámbitos tanto rurales como urbanos, y de pequeños, desde los tres años, el circo ofrece también una opción de formación que posibilita, no solo su conocimiento como arte sino también su propio estímulo y desarrollo físico en esta destreza que, a diferencia de tantas, no tiene carácter competitivo; jóvenes, adolescentes y familias completas comparten momentos lúdicos y de ocio en la práctica circense. Además, en muchas ocasiones, se ofrecen actividades extraescolares, talleres y cursos de iniciación dirigidas a menores con temática o técnica circense en los que se terminan formando grupos que practican libremente en cualquier plaza o espacio público y de los que, en muchas ocasiones, si revisamos la historia de nuestro circo podemos afirmar, han surgido algunos de los reconocidos artistas de nuestro país.
 
En todo caso, podemos asegurar que el circo es educativo. Pequeños y mayores lo practican y aspiran a dominar alguna técnica circense ya sea por mero placer o con intención de disponer de una base para futuros aprendizajes. Los docentes, educadores sociales o personas de cualquier sector también encuentran en el circo una herramienta para ampliar sus recursos personales. En definitiva, el circo se yergue como un medio de inclusión y transformación, como una herramienta de formación útil incluso para las grandes empresas que forman a sus trabajadores para fomentar el trabajo en grupo, la seguridad y confianza en el otro, la cohesión entre los miembros o la identificación de perfiles de liderazgo.
 
Talleres para divertirse
 
El circo también es recreo. La práctica de las técnicas circenses por entretenimiento, disfrute, superación o como medio de ocio, individual, colectivo o familiar es muy recurrente y son infinitas las formas de acercarse a esta práctica artística. Numerosos ciudadanos y ciudadanas se dejan llevar por la pasión del circo, su mundo, su imaginario y deciden acercarse a él, vivirlo desde dentro o,  por lo menos, una parte de él. Como respuesta a esta demanda aparecen multitud de espacios, profesionales y proyectos que se adaptan a esta realidad, liderados por gran diversidad de perfiles, ya sean personas que deciden centrarse en este ámbito educativo del circo, antiguos participantes que, con el paso del tiempo, acaban convirtiéndose en formadores o profesionales que compatibilizan su desarrollo artístico con el placer de compartir sus conocimientos o por completar económicamente unos ingresos en ocasiones demasiado fluctuantes. Diferentes formas de llegar a la formación circense pero todas ellas con un aspecto en común: el amor por el circo.
 
Sin necesidad de citar una fecha concreta, desde las décadas de los sesenta y setenta, comenzó un cambio de paradigma en el circo de nuestro país. La televisión, nuevas formas de ocio, políticas culturales y otras muchas causas fueron modificando los hábitos de la población y los espectáculos circenses. Muchas de las grandes estrellas de nuestro circo provenían de extensas dinastías circenses y otras muchas contaban apasionantes historias de cómo se habían incorporado a temprana edad a algún circo ambulante que visitaba su ciudad, llevados por la pasión que les despertaba aquel mundo exótico que observaban en una España maltrecha por los conflictos bélicos o la situación política. Ha pasado, desde entonces, más de medio siglo y, a pesar de los avances, cambios y transformaciones, se podría pensar que seguimos sin interpretar y detectar en su totalidad las necesidades del sector.
 
Inevitablemente se han producido adaptaciones a las nuevas realidades sociales, económicas y artísticas del momento pero quizá no se ha sabido abordar todavía la cantidad de posibilidades y proyecciones de futuro que el circo puede ofrecer y que podrían ser determinantes para definir hacía dónde se dirige. Si intentamos hacer una abstracción y lo observamos de forma externa, podemos considerar que la respuesta inmediata, personal o parcializada, puede en ocasiones no dejarnos avanzar en lo importante, que sería considerar el circo y todo lo que acontece en torno a él, desde un punto de vista holístico e inclusivo. Y es justamente en estos espacios “periféricos” al circo profesional donde se desarrolla una importante labor que aglutina una gran diversidad de intereses y perspectivas, muchas de las cuales acaban derivando de un modo directo o indirecto en la construcción de una forma de relacionarse con el circo.
 
Pequeñas escuelas: una realidad
 
Junto a importantes proyectos consolidados a lo largo del tiempo, gracias al empeño y constancia de amantes el circo y la colaboración, en muchos casos, de entidades públicas o privadas, existen pequeñas escuelas en barrios, pueblos, centros juveniles o espacios asociativos que atienden esta cuestión frente a una parte de la población a la que, de otro modo, no se podría acceder. 
 
Estas escuelas funcionan a través de reducidas ayudas o con el esfuerzo de iniciativas privadas que acaban corriendo diversa suerte, y realizan una aportación al conjunto del sector, en el terreno de la formación, con clases trimestrales, anuales, talleres o actividades esporádicas o de corta duración. Dicha formación, en muchos casos, se convierte en el germen para futuros espectadores, artistas, o apasionados que disfrutarán con esta forma de arte o se embarcarán en nuevos proyectos que sigan dinamizándolo. Sin ninguna pretensión inicial de profesionalización del participante al que se dirige, se trabaja con el objetivo principal de la práctica de técnicas circenses en sí mismas, por mero placer, por deseo de aprendizaje o como herramienta ideal para la consecución de otros fines. 
 
En la mayoría de los casos, los proyectos no disponen de subvenciones o si se logra alguna es poco significativa, lo cual implica una complejidad para la supervivencia de estos colectivos, especialmente si consideramos que existen ciertas peculiaridades que sitúan al circo en desventaja con la práctica de otras artes.
 
Ratios pequeñas y materiales homologados

 
Añadidas a las dificultades económicas, estas escuelas de formación cuentan con dos problemas principales: el primero es que, tanto en los niveles iniciales como en la formación profesional, la ratio de participantes no puede ser muy alta, especialmente cuando se trabaja en altura, por pequeña que sea, siempre aumenta el grado de dificultad y riesgo de una lesión, lo que condiciona los ingresos de la escuela. El segundo es que los materiales utilizados deben estar homologados  y cumplir una normativa de instalación, uso y mantenimiento que resulta muy compleja de realizar sin un coste económico considerable. Junto a todo esto, existe el esfuerzo de contar con formadores con cualificación específica, seguros de responsabilidad civil, contrataciones, etc. En resumen, existen una serie de condiciones que suponen un gran esfuerzo para personas  y colectivos que deciden trabajar estos niveles iniciales de aproximación al circo y que no siempre cuentan con los apoyos suficientes.
 
Difusión del circo
 
No obstante, algunas comunidades autónomas parecen haber entendido la importancia de estas prácticas y, con mayor o menor celeridad, comienzan a dar algunos pasos para considerar estas pequeñas escuelas como un elemento importante en la difusión del circo, elemento de la cultura, tal y como se instaba a los países miembros hace más de una década desde la Unión Europea. 
 
Desde hace años se están abordando estos y otros temas en mesas de trabajo, en las que se realizan esfuerzos por intentar una vertebración del sector y su formación. En debates se recogen todo tipo de propuestas, espacios y prácticas que de un modo u otro favorecen un acercamiento al mundo del circo, desde actividades aisladas que permiten un primer contacto que posibilita descubrir este arte, a acciones más prolongadas en el tiempo y desarrolladas de forma más estructurada.
 
Es en ellas y en los documentos elaborados a través de su trabajo y reflexión en los que encontramos bases referenciales sobre las que seguir profundizando. Partiendo de algunos de estos materiales, podemos considerar un marco general organizativo, donde englobar las diferentes peculiaridades de la práctica circense atendiendo a criterios como la duración, asiduidad, tipo de espacios, destinatarios, objetivos prioritarios, modelos de gestión, financiación, etc.
 
Igualmente, desde algunas entidades como la FECSSE (Federación Española de Circo Social Socioeducativo), en colaboración con EYCO (European Youth Circus Organization) y otras nueve organizaciones europeas, se están desarrollando trabajos donde se analiza la labor de este tipo de escuelas, sus metodologías y las capacitaciones docentes, se ha elaborado el conocido Manual CATE para formadores de circo y se han desarrollado programas de Erasmus+, entre otros proyectos.
 
Un censo necesario
 
Independientemente de todo ello, resultaría interesante disponer de un mecanismo que permitiese censar toda la diversidad formativa o de ocio que existen en el territorio nacional en torno al circo y disponer de una estimación de participantes y sus modalidades. Esto podría permitir, entre otras cosas, conocer el trabajo de base, en ocasiones invisible, que se realizó a favor de la difusión y disfrute del circo. 
 
En este tiempo tan dinámico del circo, de reajustes, de convivencia entre diversas sensibilidades, lenguajes y formatos, y el nuevo tiempo que se aproxima, puede resultar interesante una mirada de autorreconocimiento del sector que valore la labor de todas estas personas que ayudan, desde la base, a seguir difundiendo el placer y la pasión por el circo.
 
(Artículo publicado en el número 61 de la revista Zirkólika)
 

 

 

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