Lolo Fernández, del Cirque du Soleil al festival Circada (Sevilla)

Lolo Fernández, del Cirque du Soleil al festival Circada (Sevilla)

Al artista andaluz Lolo Fernández el tren del éxito le pilló por sorpresa. Músico de profesión, empezaba a formarse e interesarse por el mundo de los payasos cuando le surgió una oportunidad que apenas se creía: trabajar en el Cirque du Soleil. Un año después de cerrar dicha etapa, participa en diversos proyectos circenses entre los que se encuentra Piano, piano…, su primer espectáculo en solitario. Presentó un adelanto en la última edición de Circada, el pasado mes de junio.

Conversar con Lolo Fernández es un placer. Con los pies en el suelo, la cabeza alta y una mirada muy objetiva, de sus palabras siempre se aprende. Y sea cual sea el rumbo hacia el que derive la charla, la risa siempre aparece por cualquier esquina: el humor forma parte de manera innata de este artista andaluz. Nacido en Linares (Jaén), Fernández pasó casi sin pestañear de la música clásica y las partituras de Beethoven o Mozart a hacer reír a medio planeta bajo la piel de Mauro, el protagonista de Corteo, uno de los espectáculos del Cirque du Soleil. Trabajó al máximo durante tres años: una “experiencia única”, según explica el artista que, eso sí, cree que hay vida más allá del gigante circense. Como también la tuvo antes: hasta hace apenas seis años, su formación era puramente musical.

Con una carrera de flauta travesera y piano bajo el brazo, Lolo Fernández trabajó durante años como docente y formando parte de diferentes orquestas profesionales, interpretando desde música clásica a jazz. Con el tiempo, quiso mirar el escenario que tanto pisaba desde otra óptica, así que se interesó por un taller de iniciación al payaso que impartía Anton Valent. “Fue mi primera experiencia y el flechazo surgió rápido”, recuerda Fernández, que empezaba a entender la dificultad de sacar una sonrisa al público, pero también lo maravilloso que resultaba poder hacerlo. Se lo tomó en serio y marcó un interesante itinerario formativo bajo las directrices de profesores como Eric de Bont, Peter Shurb, Michel Dallaire, Stefan Metz o el Théâtre de la Complicité. Mientras tanto, seguía fiel a sus raíces dando clases en el Conservatorio de Música de Granada.

Un día vio en redes sociales que el Cirque du Soleil realizaba un cásting en Madrid. Medio en serio medio en broma, envió un vídeo casi sin editar y poco después recibió una llamada. Estaban interesados en que viajase a la capital de España. Acudió al Circo Price y allí todo fue rodado: buscaban a una persona que fuese sustituta del payaso principal de Corteo y Lolo Fernández pasó a la final. Pero la alegría se convirtió rápido en decepción: “Me dijeron que les interesaba, pero que la falta de experiencia hacía que no pudieran contar conmigo”, cuenta el artista. Mientras asimilaba la decepción, cuatro meses después volvió a sonar el teléfono, esta vez desde Canadá. Se lo habían pensado mejor y querían contar con él. Aceptó y viajó hasta Montreal, donde pasó un tiempo “a un nivel de presión y trabajo muy alto” aprendiendo su personaje y, más tarde, comenzó a participar en la gira de Corteo por Europa y América del Sur como sustituto del personaje principal.

Al acabar el primer año le propusieron continuar, pero Fernández no lo tenía muy claro. “La experiencia es interesantísima, pero también muy exigente. Y yo no tenía mucho que perder, así que les hice una contrapropuesta: si seguía debía ser como protagonista”, explica el artista andaluz. Todo o nada. Y aceptaron. La apuesta le salió redonda a Fernández que siguió dos años más con el Cirque du Soleil hasta que, en 2015, decidió que su etapa allí había acabado. “Son entre 10 y 12 funciones cada semana ante 2.500 personas, un trabajo brutal. Es una experiencia maravillosa, te tratan superbién, pero también tiene su parte más que agotadora: la de no estar exactamente en ningún sitio. Igualmente, también tienes mucha menos libertad de acción que cuando trabajas tu propio espectáculo, tienes poco margen de creatividad. Y yo ya buscaba eso”, asegura Fernández. “Costó, pero aposté por hacer mis proyectos”, subraya el artista.

Nueva etapa

Tras acabar una etapa rápidamente comenzó otra. Casi sin pensarlo. “Ahora estoy haciendo todo lo que no había hecho antes: participar en cabarés, buscar mis propias formas, conocer gente del teatro, del circo, trabajar pequeños números… Y, sobre todo, descubrir que me encanta este mundo y que no estaba equivocado cuando entré”, explica Fernández. En este tiempo ha dirigido el segundo espectáculo de la compañía El Gran Dimitri, denominado Cirkusz Rupt y ha sido adjunto de dirección en el espectáculo Ludo, proyecto promovido por Gonzalo Andino (Noletia) en el que participan diferentes artistas de compañías andaluzas como Manolo Carambolas, Darío Dumont, Clauda Ortiz o Antonio J. Gómez, quien dirige la obra. “El circo andaluz está en un estado de optimismo y de creatividad increíble. Las compañías vienen empujando muy fuerte, trabajando con mucha alegría y gran generosidad para el público. Existe una energía total y formar parte de ello es maravilloso”, asegura Fernández.

Ahora, mientras imparte clases de payaso en la escuela de la compañía Remiendo Teatro (Granada), Lolo Fernández también desarrolla ahora su propio espectáculo, denominado Piano, piano… y en el que trabaja junto al pianista Morten Jespersen. Una obra en la que quiere fusionar los dos lenguajes que mejor conoce: el payaso y la música. Y, aunque sigue inmerso en el proceso de creación, a comienzos del pasado mes de junio dio una pincelada de lo que puede ser el espectáculo en el festival Circada, en Sevilla. “Eso fue tan solo un pequeño adelanto, un experimento. Pero esperamos que el estreno pueda darse en el próximo otoño”, afirma el artista circense, que desataca la importancia de la improvisación en su trabajo, en buscar el juego con el público, siempre con la libertad como bandera.

Para finales de verano Fernández cuenta con otro proyecto entre las manos: una misión con Payasos sin Fronteras en Liberia. Una colaboración que comenzó en el 2013 y que ya le ha llevado a Bosnia y Jordania. “Este tipo de experiencias lo son todo. Me dan la vida: te permiten un contacto real con las personas. Además del placer de viajar y conocer otras culturas, descubres que el payaso, el teatro, la risa… trascienden cualquier frontera, que no hay distancias”, concluye Fernández.

(Artículo publicado en el número 49 de la revista Zirkólika, correspondiente al verano de 2016). Puedes suscribirte a la revista aquí.

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