Twister Circus, una joven compañía de circo fundada en el año 2013 por la familia Alves

Twister Circus, una joven compañía de circo fundada en el año 2013 por la familia Alves

Mickey de los Reyes – A pesar de ser muy joven, al Twister Circus no le falta ambición ni estima por el circo. Hace unas semanas, en la localidad de Barberà del Vallès, cerca de Barcelona, nos encontramos con tres de los actuales responsables de la compañía. Los hermanos Michael (1991) y Justin Alves (1995) y la monociclista y pareja de Michael, Kelly Folco. Con ellos hablamos sobre sus orígenes, el presente y sus impresiones, contundentes y claras, sobre la vida del circo.

Los orígenes de la compañía los encontramos en las historias de sus familias y en la tradición de pasar de generación en generación la estima por este arte. Son gente de circo de toda la vida. El padre de los dos hermanos, Jorge Alves, ya venía de familia de circo. Fue un payaso y tenía 15 hermanos. Después de ir de gira por todo el mundo en solitario con uno de sus hermanos, Tony “Tonelly” Alves, decidieron crear el Circo Tonelly en el año 2000. Estuvieron de gira bastantes años, pero la compañía fue creciendo, la familia iba aumentando y cada uno quería crear un proyecto cada vez más personal. Así pues, a partir de junio del 2012, se fueron separando y se crearon tres nuevas compañías. Tony ‘Tonelly’ creó el Circo Las Vegas. Otro de los hermanos se enroló en el proyecto de Tonelly y creó el Circo Alves. Jorge creó el Twister Circus en el 2013.
 
¿Por qué este nombre? En honor a su carpa de líneas rojas y blancas en espiral, así como el helado Twister. Cuando compraron el nuevo material, querían que fuera diferente al que había. Jorge, el padre de los hermanos, es el director general. Justin se encarga de la oficina, de las contrataciones, de los permisos del terreno, etc. Michael lleva la dirección artística. De las rutas se encarga personal externo a la compañía. En general, siempre han estado de gira por Catalunya, a pesar de que han viajado hasta Madrid, Zaragoza, Santander e incluso Portugal.
 
Michael actúa como clown, aunque es un artista polifacético y también ha presentado números de cama elástica o números de excéntricos acróbatas con su hermano. Justin aún está a la búsqueda de su esencia, aunque también es muy amante de la acrobacia. Kelly es monociclista y presenta un número de lanzamiento de tazas en la cabeza. 
 
Aunque es un circo sin animales (a pesar de haber tenido algún número con perros en los últimos años), toda la polémica actual también les ha afectado a ellos en algún momento. Tenían un cartel que estaba pintado. En él, había una majorette cogida de un payaso disfrazado de tigre. Según desde donde veías el cartel, podía parecer que fuera un tigre de verdad. El caso es que la policía llegó a ir al circo con la intención de precintarlo, alegando que el circo tenía permiso para estar en la población sin animales. Ya os podéis imaginar la cara del policía en cuestión al ver que en el cartel no había ningún tigre de verdad. 
 
Emociones en la carpa
 
Sin duda, uno de los momentos más extraños que sin embargo arranca sonrisas lo vivieron en el municipio de Sampedor (Barcelona). Michael nos lo explica: “Nosotros siempre hacemos una cuña en el suelo para que en caso de lluvia la carpa no se inunde. Pues bien, en una de las funciones cayó un fuerte aguacero hasta que se fue la luz en el pueblo. Yo hacía un número con guitarra eléctrica y cantando con una mujer que manipulaba espadas. Claro, en el circo también se fue la luz y la pista quedó inundada. El agua nos llegaba casi hasta los tobillos. A pesar del panorama que había, el público quería que la función continuara. Los artistas decían que tenían que desalojar la carpa por su seguridad, pero el público quería circo. El público gritaba por el circo”. Ojalá todos los públicos fueran tan entregados, con tantas ganas y ansia de ver circo.
 
Pero como es de esperar no todo es tan bonito. La vida del circo es muy dura. Gratificante, única, casi indescriptible, pero también con momentos muy difíciles, de miedo. Nos explican que en la pasada temporada navideña, que estuvieron en Las Palmas, tuvieron bastante mal tiempo. Lo que vivieron allí fue casi de película. “Cogimos un fuerte temporal y con un viento espectacular. Llegó a arrancar el techo del camión de la luz, como si de una lata de sardinas se tratara. Los bomberos nos desalojaron a un aparcamiento subterráneo por nuestra precaución y seguridad. Imaginad. No llegamos a subir la lona de milagro pero, si llega a estar montada, nos quedamos sin. Tuvimos que bajar las torretas del mismo tráiler porque pese a estar bien amarradas, volaban. Parecía la película de El día de mañana. Las palmeras se caían, había mucho ruido. Pasamos mucho miedo. Cuando estábamos durmiendo en el aparcamiento, realmente no sabíamos qué quedaría de todo lo que había en la plaza. Quizá había volado, se había derribado o partido en dos por cualquier cosa que cayera. Lo pasamos muy mal”.
 
Falta unión
 
Durante la entrevista con estos tres jóvenes tuve la sensación de que tenían muy claro qué querían conseguir. Conocían las carencias del circo actual, las dificultades y tenían muy buenas ideas para sacar adelante. También tienen mucha estima y pasión por la profesión, mucha dedicación, humildad, amor, mucha constancia, disciplina, perseverancia y sobre todo voluntad. El circo también son raíces, pero miran hacia el futuro. Ellos, con la experiencia que han conseguido con su poca trayectoria, ya son el presente vivo de este circo. 
 
Una de las cosas en las que estaban los tres de acuerdo es que hay una falta de gremio muy grande en el circo español. No hay unión, no hay sector, no hay una fuerza unida. Y esto está haciendo mucho daño. Kelly denuncia que “hay mucho egoísmo” y muchas compañías piensan en robar las plazas. Pero como dice Justin “esto es un búmeran porque entrar en esta guerra sucia quiere decir que cualquier día te lo pueden hacer a ti”. En lugar de ayudarse entre ellos, se hacen la vida imposible. Y tienen la sensación de que fuera, en Italia o Francia, no es tan así. Como mínimo, hay más hermandad.
 
Son conscientes de que cuesta mucho que la gente vaya al circo. Son conscientes de que el sistema publicitario tradicional está empezando a ser obsoleto. Saben que como muchas otras compañías tienen que cambiar. No obstante, también saben que la gente aún continúa yendo al circo pero que hay que recuperar la confianza, asegura Michael, que también hace autocrítica. El futuro es hacia un circo más íntimo y más cercano. Tienen ganas, espíritu, ilusión de dignificar su trabajo, su vida, de sentirse orgullosos de hacer un buen espectáculo, el espectáculo más completo. Porque llega un punto en que el dinero no importa, importa el corazón y los pequeños detalles que te hacen único. Están haciendo su proyecto. Mucha ambición, pero poco a poco y con pasos firmes. Ojalá que tengan mucha suerte.

 
El Twister en cifras
 
Trabajadores: veinte Vehículos: once trailers, entre ellos la taquilla y la cafetería Una carpa: mide 30 metros de diámetro y 11 de altura. El hall de entrada mide 22×15 metros y la pista 10 metros de diámetro Aforo: actualmente 300 personas. Hay la previsión de una nueva grada con una capacidad para unas 500 personas Precios: Día del espectador, 8€. Resto de días, entre 8 y 22€.
 
(Artículo publicado en el número 57 de la revista de circo Zirkólika).  

 

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