No necesita la nariz roja, ni los enormes zapatos, ni la peluca, ni la ropa de colores llamativos… No necesita nada más que a él mismo: impertinente, travieso, un poco torpe, siempre a punto de caer, a punto de provocar el desastre, el caos más absoluto… pero siempre victorioso, porque la bondad, aunque no lo parezca, siempre gana. Y él lo es. O esto dicen los que lo han visto en su pequeño circo de juguete. Un circo donde caben muy pocos, pero donde, quienes caben (y no tienen por qué ser sólo niños), se lo pasan muy bien.

 

En este pequeño circo él hace de todo: está en la taquilla, se ocupa delas luces, barre cuando hace falta, dirige el tráfico, hace de payaso si es necsario.. Y todavía le queda tiempo para pulsar aquel botón prohibido que puede provocar inundaciones… eso sí, de risas.

 

Toti Toronell se ha construido un circo donde hace todos los personajes aunque si tuviera que elegir uno, sería el de Augusto, el del payaso que parece un poco bobo aunque sea el más listo sobre la pista. Y en este caso es fácil: porque ya hemos dicho que en el circo sólo nos encontraremos con él.