El pez pequeño que nada a contracorriente. Y el grande que nada a favor del oleaje. El pez, el océano, la caña, el anzuelo, el cebo… la pecera. Un pez que se muerde la cola, aunque no tenga, y que no presume de agallas, aunque las tenga muy gordas. Un pez que se ensarta en una escalera y hace equilibrios por no caer en un mar a veces tranquilo y, otras, movido; un mar que desborda poesía y destila un humor absurdo que, de tan negro, parece blanco y que para ser blanco nos parece negro.

 

Peix, el segundo espectáculo de Hotel Iocandi habla con voz de mallorquín en una tarde de invierno, cuando los turistas solo habitan la memoria y han abandonado la isla dejando un paisaje vacío, como el de un escaparate el último día de la temporada de rebajas. Peix habla del turismo y de cómo puede llegar a destrozar el paisaje y de cómo se ha tragado la identidad de toda una isla como un tiburón grande que devora al pececillo perdido en la inmensidad de las aguas. Pero también habla de nuestras profundidades, de las aguas calmas que algunos días nos habitan y que, a veces, se hacen oleadas que podrían tragarnos para después escupirnos en una playa cualquiera que poco tiene que ver con la de ningún paraíso.

 

Peix es un espectáculo que desde el absurdo, la poesía, el humor y el gesto, cabalga sobre una escalera acrobática. Peix es un extraño animal con alma de payaso, corazón de aventurero y cuerpo de equilibrista que se ensarta en una escalera para bajar hasta encontrar la perla escondida en el fondo del océano más profundo.