El circo Monti

El circo Monti

El viernes 13 de agosto, asistí a la première del Circus Monti en Basilea. Como es habitual en los países más adelantados en materia circense, la mayoría del público estaba compuesto por adultos. Y es que en Suiza, el circo es entendido como un hecho cultural de primer orden.

El circo Monti busca sorprender al público innovando pero manteniéndose fiel a un estilo propio, en el que la comicidad es una constante a perseguir. Esta vez la ha combinado con sumo acierto mezclándola con la musicalidad. Además de contar con una pequeña orquesta formada por músicos polacos, los mismos artistas circenses crean música. A veces, de manera curiosa, como abriendo y cerrando un abanico, mientras van mezclando coreografías con acrobacias. En otro momento, éstas son acompañadas musicalmente, gracias a dos gongs y diversos tambores que están integrados y repartidos entre los distintos cajones que componen la pista. Como si de un musical de Broadway se tratara, diez artistas presentan una coreografía, realizando música con pies y manos, con sorprendente coordinación. En todo ello se nota la mano de dos buenos regidores como son Oliviero Giovannoni y Corinna Vitale.

Johannes Muntwyler y Armelle Fouqueray, junto con sus hijos Mario y Tobias, toman parte activa del espectáculo. El patriarca de los Monti ha conseguido que, a imagen suya, con el paso del tiempo sus hijos se vayan convirtiendo en buenos malabaristas. El hecho de que cada temporada vayan cambiando los partenaires de sus hijos hace que estos vayan adquiriendo nuevas experiencias y habilidades.

Mario, pese a su juventud, ya domina las cinco mazas y presenta un buen número en el cual llega a intercambiar nueve mazas encima de una mesa junto a su partenaire Stefan Wepfer.

Por su parte, Tobias junto a Romain Hugo brillan con luz propia en su trepidante número de diábolo. Todos ellos, junto a algunos artistas más, presentan un excelente número de passing, que con el paso de los años se ha convertido en uno de los elementos fijos del programa.

Johannes Muntwyler protagoniza el momento más hilarante del espectáculo, con su número de magia. Este consiste en una caja dislocante, en la cual se introduce y su cuerpo va adoptando distintas posturas absolutamente imposibles. El truco es bien sencillo, pero guardaremos el secreto para conservar el misterio.

El japonés Shinya Murayama ejerce de jefe de pista encargándose de que la comicidad no descienda en ningún instante, bien secundado por los dos payasos, Marjolaine Minot y Benoît Vivien. Los tres consiguen enlazar bien cada número, demostrando que con planteamientos sencillos se pueden logran grandes resultados. Sin duda, se nota que los tres han pasado por la famosa Scuola Teatro Dimitri. Esta formación les ha dado una solida base y su dominio de su cuerpo y de su expresividad es más que remarcable. De sus reprises me quedo con una apasionada lucha por hacerse un hueco en un sillón.

El número de trapecio de Lola Ruiz tiene la originalidad que va llamando por su nombre a varios de sus compañeros, y estos descienden por el tobogán situado encima de la entrada de artistas o bien bajan por un tubo como si fueran bomberos, para ir a aguantar la loncha de seguridad mientras la trapecista va balanceándose para coger impulso y presentar un nuevo ejercicio. Otras dos féminas presentan dos números en solitario: Natalie Good con su alambre a doble nivel y Claudel Doucet con sus telas.

Joren De Cooman y Jasper D’Hondt presentan un número de báscula en comicidad, que tiene su mejor momento en un doble salto mortal para caer en el mismo punto de partida e impulsar por los aires al compañero, continuando así una serie de saltos mortales.

Después de ver el espectáculo del Circo Monti, uno comprende que durante una tournée de más de siete meses (del 12 de marzo al 24 de octubre), 100.000 espectadores contemplen su espectáculo. Año tras año, visitan las mismas ciudades, puesto que saben que cuentan con un público fiel. Esperamos que el año próximo podamos volver a ser uno de ellos.

Web del circo Monti

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