Paulina Schumann: La última gran dama del circo

Paulina Schumann: La última gran dama del circo

Multipremiada y ovacionada en vida, Paulina Schumann falleció el pasado 9 de octubre a la edad de 99 años, a raíz de una infección que obligó su traslado desde la residencia de ancianos de Cubelles donde vivía hasta el hospital. Se fue muy sola, sin la pompa que había tenido en vida, ni muchos reconocimientos públicos ni institucionales. La que fue una gran estrella del circo de los años cuarenta y cincuenta murió a las 06:00 horas de la mañana del 9 de octubre, en el hospital San Camil, el mismo centro de Sant Pere de Ribes donde en 1983 falleció su padre, el genial payaso Charlie Rivel.

Paulina nació en 1921 en Barcelona y era hija de Charlie Rivel (Josep Andreu y Lasserre) y de Carmen Busto. Inició sus colaboraciones con Charlie Rivel en la infancia. Su padre había empezado presentando una parodia famosa de Charlie Chaplin ‘Charlot’. Es muy conocida la anécdota según la cual Rivel ganó a Charlot en un concurso de imitadores de Charlie Chaplin, y en el que Paulina también participó.

En 1927 se trasladó, junto con su padre y el resto de la familia Rivel, a la Alemania de la República de Weimar, donde actuaron en el Circo Schumann, uno de los más famosos del momento. Paulina debutó en el mundo del circo en 1928, imitando a la vedette Josephine Baker y maquillándose para la ocasión con betún negro.

En 1946 se casó con el danés Albert Maximilian Schumann también de una saga circense, con quien formaría pareja artística y destacaría como domadora ecuestre. Tras el nacimiento de sus hijos Benny y Jacques, presentó un número con seis caballos en libertad, pese a no tener ninguna experiencia ecuestre. En 1969, con el cierre del Circo Schumann, Paulina cambió de rumbo y trabajó con su padre durante el periodo 1972-1981. Los últimos años vivió retirada en Cubelles (Barcelona), población natal de su padre. El Ayuntamiento de esta población del Garraf (Barcelona) la declaró hija adoptiva, y parte de su material se puede ver en la sala de exposiciones dedicada a Charlie Rivel, aunque ahora, a causa de la pandemia, está cerrada desde el estado de alarma del mes de marzo.

Su arte también fue premiado con reconocimientos institucionales, pese a no haber actuado nunca en España, lo que le provocaba mucha tristeza. Sólo en 1998, cuando tenía 70 años, salió a la pista del Circo Raluy. En 2007, recibió la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes del Ministerio de Cultura. En julio de 2008, fue galardonada con el Premi Nacional de Circ concedido por la Generalitat de Cataluña por su “extraordinaria trayectoria como acróbata, equilibrista, funámbula, bailarina, adiestradora de caballos en libertad y amazona de alta escuela” y porque “su trayectoria artística es una valiosa aportación a la historiografía circense y un vigoroso estímulo para las nuevas generaciones”.

Su matrimonio con Albert Schumann le dio la posibilidad de entrar en el mundo de los caballos. Ella era directora y coreógrafa, creadora integral de los números (luz, música, vestuario, pantomima, escenificación). Siempre buscaba la elegancia y la perfección sublime. Puso plumas blancas a los caballos blancos por primera vez en la historia del circo. Con los caballos, representó Doctor Zhivago, My fair lady, Robin Hood, Gigi. En un reportaje firmado por Quim Elias —ver ZIRKÓLIKA número 10— Paulina explicaba que Estocolmo fue el gran trabajo de su carrera, y que sus espectáculos con caballos blancos y negros eran un acto espiritual y majestuoso. En 1947 —año del debut ecuestre de Paulina— el productor británico Tom Arnold y el director Clement Butson, lanzaron un espectáculo de circo de invierno en Londres. Los productores quedaron impresionados por las ideas de Paulina y su sentido de showmanship. Decidieron invertir en sus trajes caros, muchos de ellos confeccionados por grandes casas como Folies Bergère o Vicaire. Los resultados se veían en Estocolmo, Göteborg y Copenhague, entre otras ciudades.

Ella reinventa los números, abriendo las puertas a la fantasía, a un mundo imaginario, a un matrimonio feliz entre el espectáculo ecuestre y la emoción. En 1955, recibe el Oscar del Festival de París, una copa de plata pura, como ganadora de un concurso de caballos de alta escuela, a los que ella sedujo con zanahorias y besos después de que los caballos y la caballista bailaran a lo largo de la pista El crítico Jordi Elias escribió que el Circo Schumann —podríamos añadir también por extensión a Paulina—, era “sobriedad, discreción, elegancia auténtica y trabajo bien hecho, fino y delicado. La fantasía de los caballos blancos son la entrada al reino del reposo, de la belleza que no necesita relleno”.

Paulina creó algunas novedades, como un Ecuestre Potpurrí con cuarenta caballos en la pista simultáneamente. Entre otros logros notables está la The Troika; Carnival in Venice; Madame Bovary in the Bois de Boulogne; y Fiesta en Sevilla. La vinculación de Pauline con el Circo Schumann termina en 1969 al cerrarse, pero no su vida artística. En 1972, Charlie Rivel, entonces ya viudo, la reclama como pareja para su número, él que toda su vida había defendido que las mujeres no estaban hechas para ser payasas.

En 2011, el Arts Santa Mònica de Barcelona le dedicó la exposición Un siglo de circo. Paulina Andreu Rivel Schumann que tuvo un importante eco en los medios. Allí demostró que era una mujer con mucho carácter. Paulina se mostró muy emotiva durante la rueda de prensa, mientras recordaba las entradas a la pista de Charlie Rivel e hizo reír y los periodistas, explicando por qué tiene acento en las siete lenguas que habla y por qué, a pesar de nacer en Barcelona, no hablaba catalán, aunque explicó que sabía decir “estàs com una pastanaga” y “estic fotut”, expresiones que aprendió de su abuelo. Divirtió explicando sus primeros pasos como amazona y cómo sufrió cuando un caballo se descontroló y luego, dado el éxito porque todos pensaban que era parte del número, le pidieron que repitiera el mismo ejercicio en todas las funciones.

El crítico de circo Jordi Jané y el historiador Raffaele de Ritis, comisarios de la muestra, coincidieron en que hay un antes y un después de Paulina, y que la artista supo renovar el lenguaje del circo del final de la década de los 40 y los 50, gracias a la puesta en escena de sus números y a haber tenido un cuidado especial en los arreglos musicales, la iluminación y el vestuario. Muchos de los vestidos que lucía eran confeccionados por Folies Bergère o Vicaire. De Ritis también destacó que Paulina “es el resultado de dos dinastías de circo totalmente opuestas, la nórdica representada por Schumann y la mediterránea de los Rivel”.

Durante los años 90, Paulina acudía a muchos eventos de circo. En Igualada, en 1997 asistió a la cena-tertulia Els cigrons de l’Ateneu y fue galardonada con el Garbanzo de Oro, según informa Josep Elias. Volvió a las fiestas del barrio Font Vella, que estaba adornado con grandes litografías de Charlie Rivel dibujadas por Joan Soler-Jové, el cronista gráfico de Charlie Rivel que durante muchos años acompañaba a Paulina. A Joan Soler-Jove, a su mujer Rosa y a Paulina les unia una fuerte amistad, la pasion por el circo y la estima hacia Charlie Rivel.

Soler-Jové, que vio actuar por primera vez a Paulina en 1954, explica que ha sido una artista “irrepetible” y además “bonita, elegante, presumida y sensible”. Soler-Jové recuerda el éxito que Charlie Rivel y Paulina tuvieron en 1981 en el Circus Krone de Munich en Alemania, y cómo el público respondió enloquecido a su actuación.

Paulina Schumann deja, pues, un gran legado y representa una época dorada para el circo europeo. Tenemos la suerte que eligió Cataluña para pasar los últimos años de su larga vida, aunque por pocos meses no celebró los 100 años de edad. Sería interesante que se preservara su memoria y que las nuevas generaciones tengan conocimiento de su arte y de su gran aportación al circo.

(Artículo publicado en el número 66 de la revista Zirkólika)

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