Kevin Dola (Circo Coliseo): Aprendiz de hombre-bala

Kevin Dola (Circo Coliseo): Aprendiz de hombre-bala

Kevin de la Torre Fornaciari, conocido con el nombre artístico de Kevin Dola, es el último hombre-bala español. Nacido en el seno del Circo Coliseo, es uno de los hijos de Cristina Fornaciari y Francisco de la Torre, los propietarios del circo. Con tan solo 25 años, hasta ahora había estado trabajando como presentador del espectáculo y como encargado de todo el mantenimiento de la flota del circo. Pero lo que no sabía es que la llegada de Luis Muñoz ‘Taylor’ cambiaría su futuro por completo.

Todo empezó cuando John, el hijo de Luis Muñoz ‘Taylor’, llegó al Circo Coliseo para actuar durante la temporada 2017/2018. Taylor es el apellido artístico de la familia Muñoz, la saga familiar de los mejores hombres-bala del mundo. Pero pese a su juventud y sus éxitos, John no duró mucho más en la pista una vez finalizada la temporada en el Coliseo. Tomó la decisión de no continuar más con la vida de circo. Su padre, Luis Taylor, también se había jubilado unos años atrás, en el 2016 y con 61 años. Realmente se lo merecía… Es de los pocos, por no decir el único, que puede presumir de ser hijo y padre de hombre-bala. Lleva toda su vida siendo lanzado por un cañón a más de 100 km/h y en sus mejores años había llegado a volar hasta 37 metros de largo.

Luis Taylor, el mentor de Kevin, llevaba toda su vida entregada a este gran aparato, intentando preservar el legado que heredó de su padre, también llamado Luis Taylor. Ser hombre-bala requiere mucha preparación, esfuerzo y una condición física muy preparada. Después de la pronta retirada del hijo, John, si no hacía algo el cañón dejaría de disparar después de más de 60 años de hacerlo de forma ininterrumpida. Había, pues, una vacante disponible para el futuro de los hombres-bala. Aquí es donde entra en acción Kevin Dola. Luis Taylor lo apadrinó como aprendiz de este número. El objetivo era claro: que la tradición de los hombres-bala de su familia continuara viva. Cierto es que no era miembro de la familia, pero tal y como asegura Kevin, Luis me ha “tratado como a un hijo”. A Kevin le encantó el acto desde el primer día. En un trato que hicieron entre ambos, quedaron en que le prestaría el cañón para poder trabajar. Toda una muestra de confianza, de amor y respeto entre los dos.

Cañón de 1954

El cañón fue construido en 1954 por un relojero suizo y ha estado de gira por los mejores circos del mundo. Ahora lo custodia Kevin, mientras Luis descansa en Florida (EE.UU). Eso sí, la familia Muñoz tiene el compromiso con el museo Ringling, en Minnesota, que en el momento en que decidan que debe jubilarse, se ubicará allí para toda la vida y se preservará así la historia de la gran familia Muñoz. Pero para esto, quedan todavía muchos años de pólvora.

“El hombre-bala es un acto muy raro y lo ejecuta muy poca gente, y como Luis ha sido profesional de toda la vida, me quiso enseñar todos los misterios que encierra”, explica Kevin. Claro, un cañón que lleva más de 60 años funcionando y nunca ha dado ningún problema. Supongo que es como el que te explica el truco de una de las grandes ilusiones de David Copperfield. Y es que le pregunté por los entresijos del aparato y su funcionamiento, y la respuesta de Kevin fue clara: “Esto es algo entre Luis y yo. Piensa que para la época que fue construido, tiene incluso remaches de aviones. En aquella época, era lo más sofisticado. De hecho, tiene muchos avances que hoy día aún cuestan de encontrar. El cañón es de funcionamiento mecánico”.

Kevin Dola debutó como hombre-bala el 19 de septiembre del 2019, después de meses y meses de entreno. “Los comienzos son muy duros. Los primeros saltos son cortos, de unos 12 o 13 metros. Tienes miedo, no sabes qué va a pasar. Sientes mucha incertidumbre. Has visto muchas veces cómo se hace, pero nunca lo has hecho.” Aun así, Kevin tuvo la suerte de tener a su maestro consigo desde el primer momento, algo impagable: “Luis me lo dio todo. Me daba mucha tranquilidad, me explicaba todo lo que iba a sentir en cada momento. Me preparó muy bien, a saber reaccionar ante todo lo que sucediera. Si no fuera por él, no lo hubiera podido aprender. Ten en cuenta que él me enseñaba todos los errores que otros habían cometido a lo largo de la historia. Muchos de los que comenzaron sin maestro se quedaron en el trágico intento. Por algo llevan toda la historia de su familia siendo hombres-bala, y siguen vivos”.

Kevin tardó casi un año entero en dominar la disciplina. “Al principio, hacía entre tres y cuatro saltos diarios. Parecen pocos, pero para realizar cada salto se necesita mucha calma. Solo la preparación requiere más de una hora. Tienes que cargar el cañón, revisarlo, entrar… Requiere mucha disciplina y mucha constancia.” Lo que me sorprendió fue la respuesta que me dio cuando le pregunté si tenía que entrenar mucho. Kevin me dijo: “Una vez dominas la técnica y sabes lo que tienes que hacer, lo mejor que puedes hacer es saltar poco. En cada salto que haces te vas fastidiando el cuerpo. Yo hago un salto de 27 metros de largo y el tubo del cañón hace siete metros de largo. Piensa en la fuerza a la que salgo disparado. El impacto que recibo me hace pasar de 0 a más de 100 km/h.”

Preparación física y mental

Sin duda alguna, la preparación física es vital. “Tienes que estar muy preparado para ser disparado, volar, hacer el giro y caer perfecto. El esfuerzo físico que necesitas en las piernas es enorme, por el gran impacto que recibes. Evidentemente, tu peso también influye. Piensa que yo no vengo de la acrobacia, así que tengo que cuidarme mucho. A alguien que no lo ha hecho nunca le cuesta mucho. Pero tuve la gran suerte de que Luis me preparó muy bien.” Aun así, asegura que el viento influye mucho en cada salto: “Nunca hay dos saltos iguales, cada salto es un mundo. Aparentemente, siempre debes hacer lo mismo, pero no. Por mucho que te prepares, siempre tienes que estar muy alerta.”

No solo vale con tener una buena preparación muscular, también requiere tener una muy buena preparación mental. “Antes de cada salto, tengo muchos nervios. Aunque trabajo con un aparato que nunca ha fallado, siempre tienes la duda de si va a pasar algo. A lo largo de la historia de los hombres-bala, ha habido diversos accidentes y muchos han quedado por el camino. Son muchas las cosas que pueden fallar: el ángulo del cañón, la fuerza a la que te dispare, la tensión de la red…”. Claramente, el arte del riesgo escenificado a la perfección. “Una vez estás dentro del cañón, siento mucha adrenalina. El respeto por eso nunca se olvida. Siempre hay una cuenta atrás desde el diez. Al cinco, mantengo el aire. A los tres, me pongo el cuerpo bien duro para el impacto. Al uno, me apretó aún más, lo más fuerte que pueda. Y luego, a volar. Tres segundos de libertad navegando por el cielo. Luego vigilas con la caída y el giro.” Hay un momento que explica Kevin que le gusta mucho: “Siempre, cuando ya has caído, el silencio aún perdura hasta que te levantas de la red. La gente ve que has llegado, pero espera a celebrarlo hasta que ven que estás bien.”

Cada vez que Kevin es lanzado sigue el ritual que aprendió de la familia Muñoz. “Una vez que estás colocado dentro del cañón ―explica Kevin― miras una sola vez a la punta del tubo. Luego, quitas el seguro. Miras hacia abajo, a la izquierda, y de nuevo abajo”. “A la izquierda ―sigue relatando― hay una foto de la familia Muñoz. Dentro del cañón hay luz, pero cuando empieza la cuenta atrás se apaga y todo está oscuro. Dentro, se hace el silencio total y eso me da aún más concentración. Solo escucho al asistente y la cuenta atrás. A mí, el silencio me da seguridad”. El número solo dura 10 segundos. Kevin relata sus inicios: “En los primeros saltos que hice, caí mal y rompí la red de llegada. Cuando aterrizas, te impulsas otra vez para colocarte bien. Lo hice con demasiada fuerza y mis piernas agujerearon la red. Por suerte, no fue más que una anécdota.”

Ahora, está deseando volver a trabajar para volver a volar. Cuanto más tiempo sigan parados, más le costará volver a arrancar. La vida de circo aún mantiene ese arte que se traspasa de forma oral, de persona a persona. El arte que no se enseña en libros, ni en tutoriales de YouTube. Kevin ha tenido la suerte de heredar, aun sin ser familia de sangre, un arte que se lleva transmitiendo de generación en generación. Una relación entre aprendiz y maestro que le ha formado en el oficio. Ojalá perdure por muchos años y podamos seguir gozando de una de las proezas más extrañas y únicas del ideario colectivo del circo: el hombre-bala. Y es que en nuestro país, después del gran Luis Raluy Iglesias padre, volvemos a tener la última especie autóctona en peligro de extinción: el último hombre-bala.

(Artículo publicado en el número 66 de la revista Zirkólika)

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