[Ruta por los circos franceses III parte] Cirque Tzigane Romanès, una manera diferente de entender el circo

[Ruta por los circos franceses III parte] Cirque Tzigane Romanès, una manera diferente de entender el circo

Un circo bien curioso, diferente. En el principio del espectáculo, ya venían a decir algo así como que aquello que íbamos a ver, no era más que una muestra de su realidad diaria. Y así hacían sentir al público, como si nos hubieran abierto las puertas de su casa para dejarnos ser parte de ellos por unos momentos. Un circo nómada compuesto principalmente por el seno de una familia totalmente gipsy. Recorren toda la geografía posible en busca de lugares donde actuar. Fueron los mismos que estuvieron actuando en el “Forum de les cultures” de Barcelona, en el 2004.

Un circo pequeño, acogedor, de aquellos con gradas de tablones. Multitud de aparatos colgando, una cortina por telón y todos los “artistas” dejándose ver por la pista sin ningún tipo de problema ni ritual, aunque el espectáculo estuviera a punto de comenzar. Con no más de 20 artistas, el espectáculo, toda una fiesta constante. Una banda compuesta por un guitarrista, un acordeonista, un contrabajista y un saxofonista acompañaban todos los números con música de aire balcánico. No tardaban nada en acelerar el tempo del tema, cantar algunas estrofas y tener a todo el público dando palmas. Y así, toda la función, creando una atmosfera muy festiva y creando una catarsis muy bonita de ver y sentir.

En la primera mitad del show, las actuaciones de circo se sucedían de forma que se hacían pequeñas intervenciones combinadas las unas con las otras. Ya hacia la segunda mitad, sí que se podían ver muestras más largas de otras disciplinas. La verdad, es que aunque el espectáculo durara algo más de una hora, todo lo que se pudo ver fue muy intenso y efímero a la vez. Pequeñas pinceladas de muchas disciplinas, igual no con una técnica extraordinaria, pero sí con una presencia y una emoción que muchos artistas quisieran tener. Además, todo el mundo cantaba, todo el mundo bailaba. Una muestra cultural muy bella.

Se pudieron ver números de aros, mástil, rueda cyr, malabares, funambulismo, telas, equilibrio, cadenas de fuego, cuerda bamba, etc. Un sinfín de disciplinas que sucedían en un abrir y cerrar de ojos, todo muy coordinado. Incluso un número mixto de trapecio y gato. El gato trepó hasta donde estaba su compañera de trapecio y juntos realizaron algunas figuras. También apareció el perro de la familia. En definitiva, un espectáculo muy familiar, campechano, en el buen sentido de la palabra. Diferente, como ya decía. Me hicieron sentir parte de su comunidad nada más empezar el espectáculo, y esto no es fácil de conseguir. Aquí creo que reside la virtud de éste circo.

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