Fakir Testa: El peligro de lo real

Fakir Testa:  El peligro de lo real

Jesús M. Atienza. Veintinueve muertes lleva contabilizadas la Asociación Internacional de Tragasables en sus 145 años de existencia. Eso quiere decir que cada cinco años, un fakir muere ejerciendo su profesión. El faqīr, término árabe que significa pobre, es un asceta que camina descalzo sobre cristales y ascuas, y se introduce antorchas de fuego o cuchillos en la boca sin que le nada le suceda. Se dice también que el faquir puede pasar días y meses sin comer y que duerme en una cama de clavos. Un faquir es capaz de detener los latidos de su corazón y puede variar la temperatura de su mano 10 grados con respecto al resto de su cuerpo.

Mi primer encuentro con el Fakir Testa (Jaime Oms) fue en febrero 2010, cuando con Jordi Jané y Raffaele de Ritis fuimos a ver la actuación del Fakir Kirman (Josep Miret) en la carpa Rambleros, instalada al final de las Ramblas de Barcelona. Había un joven que salía de voluntario, tanto en el número de hipnosis como a la hora de subirse sobre Kirman cuando se tendía sobre la cama de clavos. Ese joven que involuntariamente fotografíé —ver imagen debajo de estas líneas— era el futuro Fakir Testa.

Después de ver el cortometraje El Fakir, sentí la necesidad de conocer y saber cómo siente y piensa un fakir. La coincidencia hizo que el Fakir Kirman nos presentara al Fakir Testa. Me sorprendió gratamente la claridad de sus ideas, la opinión sobre su propia profesión, su forma de ser y su carácter. Decidimos hacer una sesión de fotos y nos pusimos en marcha. Fakir Testa es el primer tragasables español, el único que se ha atrevido después de un durísimo trabajo a meterse una espada de 43 centímetros entre pecho y espalda. Durante su espectáculo, vi cómo le caían las lágrimas mientras tenía la espada dentro, lo que me hizo reflexionar sobre el dolor. Dos días más tarde, me respondía respondía que “las barreras mentales para proteger el cuerpo son bestiales y que el dolor es una manera que inventan el sistema nervioso y el cerebro para proteger al cuerpo”. Un fakir no tiene derecho a cometer errores y “tiene que controlar un montón de músculos y de actos reflejos”. También tiene que saber “responder ante lo que pueda pasar y no moverse”; el dolor es lo primero que comenzó a trabajar Testa en el fakirismo. Hablando del miedo me dijo que “el miedo siempre es el pasado o el futuro, pero nunca el presente” y que su meta es descubrir nuevos retos.

Su espectáculo es sorprendente, aparente mente sencillo, auténtico y real. A pesar de ser un espectáculo de calle, la puesta en escena está muy cuidada y bien calculada. La facilidad y la rapidez con la que pisa los cristales y traga su espada da la impresión de que no es nada peligroso, y los niños lo miran fascinados, al igual que yo. El número del muelle de acero que se introduce por la nariz y lo saca por la boca, solo hay dos personas en el mundo que lo hacen: Andrew Stanton, su inventor, y él. Le encanta trabajar en la calle ante público infantil. Un maravilloso espectáculo, en el que el público en general, como Testa lo hace tan fácil, no es consciente de “el peligro de lo real”.

(Artrículo publicado en el número 63 de la revista Zirkólika). Puedes suscribirte a la revista aquí

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