Teatro Circo Price: mirada desde una ventana de la ronda de Atocha

Teatro Circo Price: mirada desde una ventana de la ronda de Atocha

Hay quien busca piso con vistas al mar. Yo, en cambio, las dejé de lado para mirar al circo. Gracias a ser vecino del Teatro Circo Price y a haber desarrollado allí varios proyectos artísticos, intento subir la persiana con sigilo para contar algunas historias que me han hecho entender y amar este circo estable de Madrid.

Hace más de cuatro años que nos mudamos a un pequeño piso enfrente del Teatro Circo Price de Madrid. La verdad es que no fue algo casual, pues de hecho fue buscado. En mi día a día, vivía pendiente del circo: me interesaba mucho ver qué tipo de gente se paraba a leer la programación del cartel de la entrada, jugaba a comparar las colas de los espectáculos de circo y las de música (en las que generalmente el circo siempre salía perdiendo). Me gustaba ver el ambiente que se generaba en la puerta antes del comienzo de cada función, así como quedarme en silencio para escuchar el sonido de las campanas avisando de que el espectáculo estaba a punto de comenzar. La gente que me conoce creo que piensa que me he enamorado de este espacio y la verdad es que no les quito la razón.

El Teatro Circo Price está considerado como la catedral del circo en España, todo ello sin desmerecer a otros teatros circo estables como el de Murcia, Albacete u Orihuela. Con más de 150 años de vida, este circo ha pasado por diferentes emplazamientos en la ciudad, como la calle Recoletos o la Plaza del Rey, hasta que en 2007 abrió sus puertas al público en su actual ubicación: el número 35 de la calle Ronda de Atocha.

Desde 2007, el Teatro Circo me dio la posibilidad de conocer a grandes compañías internacionales que desconocía. Todavía recuerdo la sensación de emoción que tuve al salir del espectáculo Traces de la compañía canadiense Les 7 Doigts; era la primera vez que les veía en escena y ojalá nunca lo olvide. Y como ellos Circa, Rasposo, Akoreacro o Subliminati Corporation, además de múltiples proyectos que me ofrecieron la oportunidad de empaparme de otro tipo de miradas artísticas y circenses.

Primeros años

Estos primeros años del Teatro Circo Price vienen determinados por direcciones artísticas de fuerte presencia personalista, dotaciones presupuestarias más prominentes —que fomentaban la programación de grandes producciones— y con un espacio y equipo todavía por engranar. El recuerdo del antiguo Price estaba todavía muy presente y las miradas al pasado a la hora de programar se tenían muy en cuenta; por ello la música y la lucha libre, aunque esta vez de corte circense, volvían a ocupar su espacio en el circo de ronda de Atocha, en el que se recuperaba el ambiente de aquellos combates de antaño, celebrados en el antiguo edificio de la Plaza del Rey. 

Las galas y cenas celebradas durante estos años en el Teatro Circo Price son buen termómetro del glamour con el que se intentaba distinguir este singular espacio de la ciudad de Madrid. De esta etapa he oído contar muchas historias, pero al no haber formado parte de ellas prefiero que continúen en la tradición oral o pasar el testigo a aquellas personas que lo vivieron en sus propias carnes para que lo cuenten en primera persona. La idiosincrasia del Circo Price de ronda de Atocha, inevitablemente viene determinada por la crisis que se empezó a atisbar durante la primera década de este siglo. Un espacio que había sido concebido y construido en época y en términos de bonanza económica no tuvo otra opción que adaptarse a los tiempos grises tras la explosión de la burbuja inmobiliaria. Un continente cuasi faraónico que requiere de mucho personal, energía, esfuerzo y presupuesto para abrir la persiana al público, no tuvo otra que reformularse y buscar nuevos proyectos circenses.

Siguiendo con la herencia ya mencionada de aquel Circo Price de la Plaza del Rey, la programación circense se combinaba con múltiples conciertos que, además de atraer a nuevos públicos generaban más ingresos, contribuyendo al equilibrio económico y favoreciendo la contracción de compañías internacionales de circo.

Paralelamente, en Madrid nacían más proyectos de compañías y asociaciones locales. Proyectos que empezaban a hacer un buen trabajo y tocaban a la puerta de este joven y, a la vez, viejo continente cultural. De uno de ellos formé parte: el EUCIMA (Encuentro Universitario de Circo de Madrid) que se celebra una vez al año desde 2009, y cuyo plato fuerte es la Gala Internacional que programa. Gala con cada vez mayor presencia internacional y con gran cantidad de artistas de primer nivel involucrados.

Era el año 2013 y al igual que otras tantas compañías, una vez más tocamos la puerta del Teatro Circo Price; esta vez con otro resultado, el teatro circo necesitaba nutrirse de proyectos diferentes, motivantes, humildes y arriesgados en cuanto a trayectoria, pero accesibles presupuestariamente hablando. Podemos decir que esta etapa se convierte en una oportunidad para el Teatro Circo Price de mirar hacia fuera, ver más allá de sus paredes y empezar a tejer lazos con el circo madrileño. Gracias a este cúmulo de necesidades establecidas en un contexto económico-social muy determinado, muchas personas del sector hemos conocido, accedido y disfrutado de este espacio.

Por otra parte, algunas de las partidas presupuestarias se vieron recortadas y proyectos veteranos como el proyecto Crece se vieron obligados a readaptarse y repensarse. Son años agridulces depende de para quién, con un sector circense que intenta salir de viejos paradigmas y etiquetas, que permanece constante en el esfuerzo de dignificar la profesión pero que de momento es incapaz de organizarse y asociarse en el plano más amplio.

Toma de decisiones

A finales de 2013, la muerte del director, Pere Pinyol (Barcelona, 1952), dejó desierta la figura de la dirección artística. A pesar de la inactividad política por darle una solución al asunto, el equipo del teatro circo buscó una solución temporal: la toma de decisiones y programación desde un triple ángulo: programación, producción, y gerencia económica.

A través de diferentes proyectos que he tenido la suerte de desarrollar en el Price —Festival Iberoamericano de Circo y EUCIMA— pude comprobar de primera mano el esfuerzo realizado por aquel equipo para sacar el centro adelante. Parte del sector demandaba un reconocimiento y la necesidad de una dirección artística clara, otros pensaban y valoraban que se estaba realizando un gran trabajo de fondo, sobre todo teniendo en cuenta las condiciones con las que se contaba; en fin, ya sabemos que nunca llueve a gusto de todos y que el Circo Price es un sujeto muy querido, muy amado y muy sentido sobre el cual todos nos sentimos con el derecho a opinar.

Tras varios años de espera e incertidumbre, en otoño de 2017 el Ayuntamiento de Madrid convocó un concurso público para gestionar las direcciones artísticas de diferentes espacios culturales de la ciudad, entre los que se encuentra el Teatro Circo Price. El resultado: la programadora del espacio, María Folguera de la Cámara (Madrid, 1984) resulta elegida para llevar a cabo su proyecto. Planteaba un modelo más continuista que rupturista, apoyado sobre cuatro ejes: memoria histórica de circo, conexión y proyección internacional, transformación en base a la accesibilidad, inclusión y diversidad; y optimización de recursos, relaciones y espacios. Este nuevo escenario ha dotado al Price de una proyección a futuro, donde poder darle una continuidad y sentido a la programación, así como la posibilidad de establecer una estrategia de colaboración institucional y sectorial.

Las tripas del Price

En toda estructura siempre hay partes que no se ven, que solo se descubren cuando tienes la posibilidad de cambiar de ángulo y mirar desde otro lado. Además, en el caso del circo hay un valor añadido, un valor pasional que a todos y todas nos mueve en un plano más familiar que profesional. Por mi experiencia profesional, cada vez que he entrado a trabajar hombro con hombro con el equipo del circo Price, he descubierto a personas que son especialistas del sector y son realmente anónimas (ojalá algún día me atreva a escribir sobre ellas).

La sabiduria de los que trabajan tras esos muros es muy desconocido. Es gente que vio nacer el Price, lo repensó y lo levantó. Son Fernando Calleja, Eva Cordero, Francisco Pantoja, Matxalen Diez, Daniel Moreno, Goizeder Izko, Manuel Gutiérrez, Raúl Romo ‘Wensy’ y un largo etcétera de gente trabajadora que se desvive por el circo. En el fondo son el eje central de un engranaje que, a pesar del paso de los años y el desgaste que eso supone, sigue ahí generando el movimiento, adaptándose a cualquier cambio externo. ¡Son las tripas del Teatro Circo Price! 

Tal vez deberíamos preguntar más a las compañías que pasan por este espacio, cuál es su sentir al respecto. Creo que no somos conscientes de la suerte de tener un circo estable con tantas arrugas en el cuerpo como el Teatro Circo Price. Este año bajé las persianas y dije adiós a mi apartamento con vistas al Price, pero espero seguir disfrutando de las historias que este circo escribe cada día.

(Artículo publicado en el número 66 de la revista Zirkólika)

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